2. Amatista

57 16 54
                                    

Inti no volvió a tocar el tema, pero había algo muy poderoso que hacia que la muerte le molestara tanto, de eso podía estar segura por la forma en la que me veía cada vez que hacia algo que le agradara respecto a mi propia vida y se tensaba cuando me alejaba de ellos.

—A veces necesito estar sola, Inti—le respondí en la primera ocasión en que noté que me seguía.

—No sé porque viniste a nosotros entonces, Mav...¿querías que te protegiéramos o no?

Fioralba lo hizo callar amablemente, lanzándole un zapato de tacón que traía puesto. En ese momento me di cuenta que estaba arriba de un frondoso árbol, no sabía si espiando a su hermano o a mi. No confiaba en ella, aunque había sido lo suficientemente buena como para no revelar mi secreto a ninguno de sus compañeros. Inti no se animaba a montar el circo, pues decía que solo debíamos esperar a que bajara un poco el río para poder llegar a Guedon, así que Bastian y yo teníamos la tarea de mantener entretenidos a los animales.

—Parece que la señorita Mav tiene un nuevo enamorado—se rió Bastian—Es una pena que sea mi prometida.

—¡Cállate!—grité avergonzada.

Martillo, el pequeño mono al que había convencido de bajar de la carpa, ahora parecía tener una fijación en mi. La primera noche que me permitieron dormir dentro, acompañé a Bastian a revisar todas las jaulas y descubrí como aquel pequeño bribón peludo podía escabullirse de su celda. Odiaba ver a los animales encerrados, así que decidí que le guardaría el secreto. Ese fue el principio del fin.

—¡Martillo, basta!—dijo Bastian, intentando contener las carcajadas—¡DEBES BAJAR A DORMIR!

El animalito estaba pegado al córset de mi vestido como un niño se pega a su madre, así que era prácticamente imposible que yo hiciera otra cosa con él.

—Martillo, lindo y bonito Martillo—canturreé, acariciándole la espalda—tienes que dejarme trabajar, ¿De acuerdo? ¿De que otra forma podré conseguir dinero para comprarte galletas?

Parecía que aquel mono podía entenderme, porque bajó corriendo para sentarse en una cuerda dispuesta en su jaula, frunciendo el morro con cara de enojado. Una vez que pudimos cerrar la puerta, Bastian se tomó la libertad de atraparme entre sus brazos.

—¿Qué te pasa?—exclamé molesta, tratando de soltarme—¿ESTÁS LOCO? ¡PUEDEN ENCONTRARNOS ASÍ!

—¿No te gustaría?—se burló Bastian.

—La verdad no—dije empujándolo con toda mi fuerza.

—Entonces, ¡deja de darle galletas a Martillo! ¡Se pondrá gordo y no podrá hacer su espectáculo!

Me soltó, pero yo me crucé de brazos, ofendida. Así que todo esto había sido para ejercer presión y dejara al pequeño mono en paz.

—¿Por qué ponen a los animales a actuar? ¡Es cruel e inhumano! ¡No deberían sufrir tanto!

Yo nunca había estado de acuerdo con los circos, me parecían un espectáculo despreciable, lleno de charlatanes, personas indeseables y animales maltratado. Sobre todo, los odiaba por lo último, mis padres jamás me habían permitido tener una mascota, así que yo me pasaba la vida persiguiendo a los animalejos que vagaban por el enorme bosque que rodeaba al palacio, tratando de alimentarlos o de llevarme uno a mi torre, pero siempre terminaban separándolos de mi. Aparte de Martillo, nunca había estado tan cerca de un animal, así que era un cariño que aún me tomaba desprevenida cuando siempre me esperaba un ataque.

—No sé de que parte del mundo apareciste, Mav, o si vivías bajo una roca en Costa Brava de Estarin, pero todo el mundo lo hace—dijo Bastian quitándole importancia—Es un modo de vida, ¿sabías?

Todos los Colores del Mundo #PremiosRookiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora