20. Granate

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La conmoción después de la muerte de Nazeli era horrible; el palacio se llenó de un silencio desolador, como si todos presintieran lo que estaba a punto de pasar, aunque nadie sabía que era. Casi como cuando mi padre había muerto. Como esperaba, no me dejaron entrar a mi habitación.

—Puede ser contagioso, su majestad. Lo mejor es que se quede en otro lado.

—Las habitaciones de Elçin—dije con voz entrecortada—Dusan y mi hermana tendrán espacio para mí.

Algunas de las damas de compañía se horrorizaron ante esto pero yo las ignoré. Había pasado por muchas cosas como para que me dieran que hacer. Caminé con paso apretado hasta los aposentos de mi hermana, que abrió los brazos para recibirme en cuanto me vio.

—¿Qué te pasó?—dijo inspeccionando mi vestido—¿Estás bien? ¿Qué te hicieron?

Negué con la cabeza, junto a ellos me fue imposible dejar de llorar. Entre los dos me llevaron a uno de los sofás, acariciando mi espalda mientras sollozaba, odiando a lo que habíamos llegado. Me abrace a mi misma, queriendo contenerme. Seguíamos estando en Archovin y seguía estando prohibido llorar. Esa era la ley.

—¿Cómo podremos evitar la peste?—cuestionó Dusan—¿Tendremos que quedarnos aquí?

Tenía que asegurarme que ellos estuviesen bien antes de llevarlos a Takar. Aunque lo que quedaba de la isla estaba deshabitado, ellos dos nunca le dirían que no a una buena aventura, podrían empezar de cero donde fuera.

—No sé donde está Inti...—susurré—Esa era la única garantía de que todo estaba bien, también mencionaron a Urín, no puedo hacer nada si las cosas se salen de mi control, ¿lo entienden?

Ambos habían ladeado la cabeza, no tenían la menor idea de quien era Urín, pero sabía que me apoyarían con todo y contra todo. Eran mi familia, a pesar de todo.

—Creo que puedo ayudarte con la primera parte de eso—dijo Dusan, con la mirada traviesa.

—¿Cómo?

No esperó a que yo elaborará más la pregunta para abrir uno de los armarios encantados del palacio. Se suponía que solo mi padre tenía acceso a ellos, pero ahora entendía que se trataba de un privilegio del rey. Lo que esperaba aún menos era ver a Inti salir de ella.

—¡MI AMOR!

Elçin alzó una ceja mientras yo gritaba esas palabras, rodeando a Inti con los brazos y cubriéndolo de besos.

—Los dejaremos solos—casperreó mi hermana—Estaremos en la otra habitación.

Salieron, pero yo no dejaba de sonreír. En medio de tanta oscuridad, estaba él.

—Estaba segura que te encontraría hoy—dije en un susurro.

Inti se rio, llenando todo a mi alrededor de luz.

—Puedes renunciar a todo, pero nunca dejas de tener esperanza—comentó—¿Sabes que me ha dicho Asena antes de venir?—cuando ladeé la cabeza, él continuó hablando—Inti es así, encuentra el mejor lugar del mundo para Maeve.

Mi sonrisa se desvaneció al encontrarse con sus ojos melancólicos. Algo me decía que Inti había tomado una decisión que no me gustaría en lo más mínimo, pero decidí mantenerme firme al hablar con él.

—¿Qué ocurre? ¿Cómo están todos? Hoy...lo de hoy, ¿era una trampa?

Inti me abrazó aún más fuerte, sentándome en su regazo mientras hablábamos.

—Tengo que entregarme, mi reina—dijo en voz baja—Es la mejor manera de solucionar esto, de que te dejen ir...

Negué con la cabeza, entre lágrimas, aferrándome a mi amado. La orden de busca y captura indicaba que lo necesitaban vivo, no sabía que le podía hacer los soldados; o la gente, después de todo lo habían hecho culpable de haberme secuestrado para evitar que tomara el tono.

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