40. Cyan

11 1 0
                                    

Habían pasado varias horas cuando nos detuvimos. Estaba segura, no solo por el cansancio de mis piernas y brazos, también por el movimiento discreto de las estrellas. Inti bajó de un salto, extendiendo los brazos para mí.

—¿Dónde estamos?—pregunté, confundida.

—Justo en las faldas de la montaña Zara—susurró, para no despertar a Urin—Estaba pensando que podríamos acampar aquí mientras decidimos qué hacer.

Me di cuenta, con el corazón apretado, que otra vez habíamos actuado como unos chiquillos, sin pensar en las consecuencias de nuestros actos y además, habíamos arrastrado a un niño a nuestro lado. Mordí mi labio, abrazando a Urin con fuerza.

—¿Montaremos un campamento? ¿Tenemos las carpas? ¿Trajimos algo del circo?

—Unas pocas cosas, si...—reconoció—Vamos a descansar primero, ¿está bien?

Asentí lentamente, las piernas temblaban por el cansancio. Acomodé a Urin en una de las mantas, mi capa y la de Inti encima de él. Besé su frente con una media sonrisa, para ponerme a trabajar.

—¿Estás segura de esto, reina Maeve?—me preguntó Inti con una ceja alzada.

Le di un golpe divertido en el brazo, extendiendo las manos para que me entregara los materiales.

—Te recuerdo que he hecho de todo en este tiempo, Inti Cagnay—arrugué la nariz con una sonrisa— Desde cuidar y limpiar animales hasta disparar en un ejército. ¡Dame un poco más de crédito!

Éramos un buen equipo, armando una pequeña carpa alrededor de Gül, que relinchaba tranquila, sin tener que atarla. Parecía que se tomaba muy enserio el papel de protegernos. Me sorprendí a mi misma al ver que no era tan difícil armar la carpa como pensaba, Inti se había alejado un poco de nosotros para buscar ramas y hacer fuego. En poco menos de dos horas, estuvimos satisfechos con lo que habíamos creado.

—Parece que podremos dormir por aquí—dijo con seriedad—¿O no estás cansada?

Sus manos enrolladas en mi cuello me hacían pensar que no lo estaba, pero bostecé antes de poderlo procesar. Nos metimos en la carpa, riendo a carcajadas cuando vimos a Urin en medio de la cama, extendido como una pequeña estrella fugaz. El niño estaba molesto por nuestro ruido, protestando cuando lo puse a un lado mio.

—Mamá, ¡quiero dormir!

—Descansa ya, escarabajo—fueron las palabras de Inti—Tendremos mucho que hacer por la mañana.

No tuvo respuesta, pues nos habíamos quedado profundamente dormidos. Sentí sus manos en mi espalda a la mañana siguiente, mientras sus besos jugueteaban en mi cuello.

—Tenemos compañía, Inti—lo regañé—Lo mejor es levantarnos ya y buscar desayuno.

—Traemos suficientes cosas como para preocuparnos por eso—sonrió con coquetería—Ya sabes, la ventaja de vivir en un palacio por tantas semanas.

Rodé los ojos sin poder evitarlo, Inti seguía creyendo que todo lo que habíamos vivido era solamente una aventura más; quizá era su modo de protegerse de las cosas, pero muchas veces solo conseguía despertar mis instintos asesinos.

—¿Eso es todo lo que aprendiste del palacio? ¿A robar comida?

—¿Tú no?

Era divertido poder ser nosotros de nuevo, regresar a la naturalidad con la que discutíamos cuando apenas nos estábamos conociendo; donde Inti y Mav eran dos seres anónimos en el cosmos, no personas que cargaban el pesado destino de una nación.

Todos los Colores del Mundo #PremiosRookiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora