31. Añil

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Jamás se está más equivocado que cuando se cree que con volverá a un lugar será suficiente para que las cosas sean como antes. Estar en el palacio no significa nada para nosotros ahora, mucho menos para mí.

—¿Segura que quieres quedarte en la torre?—me preguntó Inti, besando mi nariz—Es el lugar más alejado de todos.

Nuestro palacio se había llenado de vida de nuevo y, naturalmente, los miembros de mi familia volvieron a ocupar los mismos lugares que tenían desde que llegaron al mundo: era común encontrar a Vesper en la sala de juegos; a Zander en las caballerizas; a Dusan y Elçin en la enorme biblioteca, a mi madre en su habitación personal y a Sarnai vagando por los armarios. La única que estaba fuera de lugar era yo.

—Es el único lugar que se siente mío—dije en un susurro—Me gustaría compartirlo contigo.

Inti accedió, caminando conmigo por los enormes jardines hasta la lejana torre que había sido mi hogar durante toda mi vida. Éramos conscientes de que nos observaban, los guardias armados encima de nosotros, dispuestos a disparar al menor indicio de escapar. Estábamos en una jaula de oro. Contuve la respiración hasta que pisamos el último escalón que daba a mis habitaciones, una vez que estuvimos adentro, cerré con fuerza, apoyándome sobre la enorme puerta de madera forjada.

—Mi amor, tienes que respirar...—suplicó Inti.

—¿Y si te quedas con la corona?—solté.

Me miró con confusión, acercándose a mí con los ojos entrecerrados. Aquel espacio tan encerrado era lo único que me daba seguridad para seguir hablando, para aferrarme a lo poco que quedaba mi, al menos lo que realmente conocía.

—¿De qué hablas, Maeve Dilaray?

—Podría encontrar una forma de salir de aquí...—ver a todos lados, nerviosa—Llevarme a mi familia a Takar, como habíamos planeado. El gobierno parlamentario aún se está formando y todos quieren matarnos, no sé si para impresionar o para imponerse sobre los demás. Inti, no somos ciegos y vemos como nos miran.

—¿Qué propones que yo haga?

—Quiero que seas el único rey, que digas que te has desecho de nosotros y puedas reinar como mejor te parezca.

—¡Te has vuelto loca!

Inti me sostenía por las muñecas, ambos nos veíamos fijamente y yo sabía que tenía que decidir. Al final, mi vida siempre se reduciría a eso; a elegir entre el deber y la libertad de sentir. Por más que luche, no pude evitarlo; mis ojos se llenaron de lágrimas.

—Van a matarlos si nos quedamos aquí, corazón—susurré—Tienes que entenderlo, ¿tu no harías lo mismo por tu gente?

—Debe haber otra manera.

—No creo que la haya...—susurré—He visto como nos miran, ya sabes que ni siquiera estamos comiendo lo que nos ofrecen. Más pronto de lo que crees uno de nosotros va a terminar muerto.

Temblaba, no podía evitarlo. Inti me empujó suavemente a la cama, tirándose sobre ella y abrazándome con fuerza.

—No van a morir, Maeve.

—¿Cómo puedes saberlo?—susurré—¿Acaso tu magia te lo dice?

—Realmente, funciona de una manera diferente, cariño—acarició mi mejilla—Tenemos menos enemigos de los que crees, reina mía.

—He crecido rodeada de enemigos, de personas que están dispuestas a apuñalarme por la espalda, empezando por mi propia familia—me solté de él, levantándome y caminando hacia el balcón—No tienes la menor idea de lo que es eso.

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