Diario de Entrenamiento 01: Heridas

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Mis pequeñas patas dejan un rastro de huellas en la arena de El Cruce. Hace mucho frío y un viento inerte proveniente de ningún lado sólo empeora las cosas. Este lugar se llama El Cruce, o así es como mucha gente lo conoce. ¿Cómo lo sé? No tengo idea, sólo lo sé y ya, como si el simple hecho de estar aquí me diera la respuesta.

Camino hacia ningún lado, perdido, desorientado. No recuerdo como llegué aquí, ni a donde me dirijo. Sólo camino, sintiendo mucha ira, tristeza, odio y desprecio por mí mismo.

Sólo soy un estúpido lobo que no hace más que hacer daño a quienes lo rodean. ¡No merezco nada, ni una pizca de felicidad! ¡Soy malévolo, soy un tonto, soy una enorme pila de basura... soy horrible!

Soy un demonio... Un asqueroso demonio que debe morir, que no se le puede permitir vivir por todo lo que ha hecho. Odio tanto a este mundo, a todos los que viven en él... pero la realidad es que solo me odio a mí.

Caigo cansado de andar sin rumbo y simplemente me acuesto sobre la fría arena púrpura de El Cruce. Me odio tanto que podría matarme ahora mismo. Comienzo a morderme a mí mismo con ansias voraces que jamás había sentido. El sabor metálico de la sangre llega a mi lengua y unas lágrimas salen de mis ojos. Y luego otras. Un torrente de lágrimas envuelve mi rostro mientras mis sollozos comienzan a escucharse cada vez más alto. La presión en mi pecho me hace difícil la tarea de respirar.

No merezco nada, todo lo hago mal, decepciono a todos...

—Oh, pobre alma perdida—una voz sale de algún lado.

Mi pelo se eriza al instante y comienzo a gruñir a la defensiva.

—¡¿Quién habla?!—ladro con desconfianza.

—Yo—la voz responde a los pocos segundos.

El paisaje cambia ante mis ojos. Pasa de ser un desolado paramo desierto a un bello bosque nevado. Los arboles crecen de la arena que es ocultada por la nieve. Suaves ríos comienzan a fluir. Una suave brisa con copos comienza a caer haciéndome olvidar que estoy en un lugar desconocido y quizá hasta peligroso.

Entre la nieve, una bella figura se abre paso. Es tan hermosa que no creo ser digno de darle siquiera un vistazo. Un fino vestido blanco hace gala con el ambiente. La mujer es de piel morena, sus rasgos son tranquilos y emana un aire de paz tan grande que es imposible de describir.

—Pobre pequeño, ¿te has perdido en el infinito camino omniversal?—la mujer se acerca a mí.

Vuelvo a retomar mi actitud defensiva y agresiva.

—¡No te acerques! ¡No me toques! ¡Aléjate!—ladro con ira extrema.

La figura ignora mis quejas y se dirige sin dudar hacia donde estoy. Estoy a punto de lanzar una mordida a sus manos cuando finalmente toca y acaricia mi cabeza. En ese preciso momento todo mis sentimientos negativos desaparecen por completo y una vez más las lágrimas salen de mis ojos. ¿Qué es esto que estoy sintiendo? ¿Por qué me da tanta paz?

—Oh, ya entiendo todo. Pobre alma atormentada, te han dañado tanto que no has podido apreciar lo hermoso que eres—habla la mujer.

Sus brazos me envuelven mientras yo sollozo. No quiero que ella se vaya, la paz que me da estar cerca no creo poder volver a sentirla.

—Tranquilo, no me iré a ningún lado. Siempre estoy contigo. Estoy con todos los seres que me necesiten—comenta como si pudiera leer mis pensamientos.

¿Quién es esta mujer?

—Sé que te será difícil seguir tu camino sin ningún apoyo. Vas a tener que sacrificar cosas, pero ganarás otras a cambio. Lo importante es que sepas que no tienes por qué caminar tu senda solo—ella señala hacia otro punto del bosque.

La Promesa de Charlotte: Diario de Entrenamiento © | #1.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora