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EPÍLOGO
Mínho caminó por los pasillos de la empresa de su alfa, al llegar frente la puerta de la oficina de Han, frunció el ceño cuando una mujer Omega salió de está abrochandose la camisa blanca con una cara desganada, su aroma a molestia inundó sus fosas nasales.
¿Que hacia aquella omega en la oficina de su alfa? ¿y porque estaba abrochandose la camisa?
La omega lo miro con el seño fruncido, de arriba a abajo con indiferencia.
—Buenas tardes.
—Buenas tardes, con permiso. —respondio, cruzando sus brazos para luego hacer de lado a la mujer y acercarse a la puerta.
—Detente ahí ¿Quién te dio el permiso de entrar a la oficina del jefe?
Pregunto la mujer, ofendida.
—No necesito el permiso de nadie —dijo.
—Claro que lo necesitas, no eres quién para entrar a la oficina del jefe.
—No sabes con quien te estás metiendo. —dijo, con tono ya enfadado ¿Quién se creía esa mujer para hablarle así?
—Asi ¿Y con quién me estoy metiendo?
—Soy Han Mínho, el Omega de tu jefe —respondio, alzando una ceja.
—¡Ja! Puedes mentirle a cualquier persona menos a mí. Así que te vas antes de que llame a la policía.
—¡Diana! —la voz de Han se hace presente detrás de la mujer quien se da vuelta.
—Amor.— Mínho rapidamente corrió a los brazos de su alfa quién lo observo abrazándolo por la cintura, acercándolo más a él.
—¿E-Es verdad? —tartamudeo la mujer, mírando como Mínho le sonreía triunfante.
—Que sea la última vez que te más con mí omega.
—P-Pero, tú no puedes estar con un omega como él ¡Tienes que estar conmigo!
—Mira Diana, eh intentado ser comprensivo contigo pero ya no sé cómo explicarte que tengo omega y que estoy casado, lo amo con toda mí alma. Ya encontrarás a alguien, ya lo verás.
Dijo antes de volver a entrar a su oficina con su omega abrazando su torso, al cerrar la puerta de la oficina, Mínho se separó con una mala cara del mayor, sentandose en el sofá de cuero que estaba en la oficina.
—Jamas me has dicho que tu secretaria te acosaba. —dijo de mala gana el omega.
—No lo hice porque pensé que le había dejado en claro que solo te amo a ti. —dijo sentandose al lado del omega que desvió la mirada, mirando la cuidad repleta de gente a través de las grandes ventanas de la oficina.— Amor.
—¿Porque salió con la camisa desabrochada? —pregunto en un hilo de voz.
—Ella me quiso provocar, pero no lo logro, te juro que yo la saqué antes de que haga algo...