Capítulo 56
Poco a poco comenzó a parpadear, notando a su alrededor como la oscuridad de la noche había llegado, hizo un leve esfuerzo por mirar el reloj sobre el mueble y ver que habían pasado 3 horas. ¿Tan cansada estaba? Lo cierto era es que no podía sentirse más tranquila, como si la siesta hubiese sido la cura perfecta, más al segundo después sintió una presencia muy especial, un calor exquisito abrazarla por la espalda. Casi ronroneando del placer que le causaba estar tan cómodamente de esa forma, se giró un poco para verla. Estaba durmiendo, se veía tan bella, tan tranquila, realmente le encantaba verla sumida en la inocencia. ¿Cómo había llegado? Tan cansada estuvo que no se dio cuenta de su presencia ahí. Al parecer sus almas estaban tan ligadas que a los segundos después sus párpados se abrieron lentamente para notar dentro de la oscuridad que Daniela estaba despierta.
María José: -sonrió- mmm hola -susurró mientras se retorcía un poco en la cama después de la siesta.
Daniela: -no se notaba pero tenía una sonrisa boba- preciosa, ¿por qué estás acá?
María José: Juliana me llamó -su tono de voz cambió drásticamente- tu rostro, tus párpados –la castaña se acomodó de espaldas mientras ella de lado, dispuesta a besar las partes que nombraba- tus pómulos, ¿por qué lo hiciste? Te has dañado, y todo por mi culpa.
Daniela: Shh -hablaba con sus labios posados dulcemente en el costado de la frente de María José- No me arrepiento de haberle pegado a esa hija de puta, no estaba dispuesta a escuchar de sus labios como te nombraba de forma burlona, perdí el trabajo, mi cara está un poco inflamada pero -se quedó unos segundos en silencio, luego continuó- sólo tengo miedo de que te enojes conmigo, traté de controlarme pero esa idiota me superó y tengo tanto miedo que hable con Theresa por mi culpa, de haber arruinado todo.
María José: ¿Y yo? Por mi culpa perdiste tu trabajo –le temblaba la voz- porque es mi enfermedad.
Daniela: No Majo -giró su rostro para tener frente a frente el de María José, no podía verla claramente pero sentía sobre sus labios la cálida respiración de ella- si ibas a decir que es tu enfermedad, estás equivocada, cuando la persona que tanto queremos tiene una enfermedad, todos la tenemos pues estamos contigo, estuve contigo cuando te esteraste de la verdad, te cuidé incluso no siendo grandes conocidas cuando te hacías los cortes en las muñecas, lloraste conmigo, estaré contigo cuando sufras, cuando...-se quedó muda, no podía continuar ni decirle que estaría incluso con ella cuando su cuerpo se degenerara o falleciera. Ella comprendió porque se había quedado callada y se acercó para besarla, tranquilizarla y decirle de cierta forma que lo que tenía que ocurrir, iba a pasar, y ninguna de las dos lo podía parar.
Dulcemente posó su mano en la nuca de la morena, provocando que está en un movimiento ligero prácticamente quedara acostada sobre su cuerpo. Era oficialmente adicta a los besos de aquella mujer, sus caricias, su lengua en un contacto tan especial. Besaba tan dulcemente que era imposible separarse de su boca. ¿Y qué decir de Calle? Dentro de todas las veces que había besado mujeres, algo tenía María José que la hacía tan especial y no creía que fuera por la edad. Secretamente metió sus manos y las posó bajo su camiseta, encima de su curvilínea cintura. María José gimió gustosa porque las manos de Daniela estaban calientes y tener aquel contacto directo con su piel era una idea atractiva. Iba ella a hacer lo mismo incluso dispuesta a besarle el cuello a su "doctora" pero un balbuceo en la oscuridad provocó que ambas se rieran a carcajadas.
Aún estaba acostada sobre Daniela pero estiró la mano para prender la lámpara y notar ambas como Mateo estaba doblado, con una pierna en su boca mordiendo fascinado el calcetín allí. Sus ojitos brillaban, sus pómulos estaban sumamente colorados por el calor de estar entre las ropas de la cama, estaba despeinado y de muy buen humor por haber dormido una larga siesta, primero con la tía Daniela y luego María José incluida.
