Capítulo 61
Sinceridad, era eso lo que podía ver en los ojos mieles de la mujer que tenía acostada a su lado mirándola fijamente hacia abajo. Trató de dominar sus emociones pero eran demasiado fuertes como para reprimirlas todas de una vez. "Te amo" dos palabras tan simples pero muy significativas para quien las escuchaba, especialmente para ella que había sufrido y no se permitió sentir cosas por otra persona. Lágrimas cayeron de sus ojos junto a una tímida sonrisa, emocionando a Daniela porque temió tanto al decirle lo que sentía, sobre todo por los cuestionamientos de la duración de la relación, la edad y sus complicaciones.
María José: -acercó con cuidado sus labios a la oreja de ella- Te amo Daniela Calle, yo también te amo –La castaña tampoco pudo evitar que un nudo se formara en su garganta o que las rebeldes lágrimas aparecieran en sus ojos. La forma exquisita y tan secreta en la que se lo había dicho la emocionó, además de que su voz era tan dulce- más allá de la muerte.
Daniela: Siempre pequeño ángel, siempre -acurrucó el rostro de ella y su cuerpo contra el suyo, acariciando su cabello.
María José estaba tan cansada físicamente que de inmediato se quedó dormida pero confiando en las palabras que aquella presencia angelical le había dicho. Aún le quedaba tiempo en este mundo y debía dejarse amar por la mujer que por nombre tenía Daniela Calle Soto. No tenían idea pero ambas estaban siendo observadas por un ser de otro lugar, dándose cuenta que confiarle los cuidados de aquel "inocente ángel" a esa mujer fue lo correcto.
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Miraba atentamente todo a su alrededor, todo era elegante y fino, las paredes blancas le daban un aspecto frío a esa suite del hotel. Con una mueca observó la peluca que se encontraba tirada en el piso, objeto que subestimó bastante pero que sin duda hacía pasar inadvertida su identidad. Con paciencia y total relajación estiró el cuello hacia atrás y sacudió su cabello suspirando. Cuando borracha y totalmente fuera de sí misma se encontraba, la apariencia no lo era todo pero cuando sobria estaba sí que importaba. Sí, Martha se encontraba en Nueva Orleans para hablar con un hombre en especial y aunque era riesgoso por el tema de la policía, era necesario. De pronto alguien tocó la puerta, ¿sería él? ¿Sería la policía? Se paró con elegancia y miró por el lente diminuto de la puerta. Con cuidado abrió la puerta y de inmediato se fue a sentar sobre un reposador blanco. El rostro de Demian era de estupefacción. Se preguntaba que hacía para mantenerse tan bien si había tenido toda una vida de excesos, sobre todo el alcohol.
Martha: Vaya, luces más joven, lo que lo convierte esta situación aún más excitante –colocó la mano sobre sus rodillas, haciéndole un gesto con el índice- cierra la puerta y acércate, vamos a conversar.
Demian: Está bien –hizo lo que le indicó y se sentó en un sofá blanco frente a ella- me sorprende, ¿de vuelta en Nueva Orleans? –se fijó en la peluca y la sostuvo entre sus dedos- astuta.
Martha: La última conversación que mantuvimos fue hace muchos días, ¿recuerdas? Te comentaba lo de María José y que levantase la denuncia en mi contra sino le contaría a mi madre de su enfermedad. Me cuesta pensar en otra cosa que no sea si cumpliste o no, te llamé pero no me contestaste, tú hermana tampoco da señales de vida.
Demian: Sí la retiró, la extorsionamos como quisiste y lo mejor para Perrie fue que la" médico estrella" peleó con María José y no la pasó bien, también fue despedida, por cierto -vio como arqueaba una ceja- no soy tan bobo Martha, sé que no te llevas bien con la policía y no íbamos a involucrarnos más contigo, esto de la extorsión me ha costado casi problemas legales pero tengo pleno conocimiento que ni Calle ni tu hija pusieron la denuncia por extorsión, están más preocupadas por la enfermedad de esa mocosa, que sí, es linda –miró de pies a cabeza a Martha- pero no como su madre.