Entre el aturdidor sonido metálico el dios de la guerra se movía con agilidad, aun en medio de aquel caótico ambiente, esquivando estocadas y agitando sus armas como si su vida dependiera de ello, no podía calmar esos pensamientos que iban y venían en un insoportable bucle. Ni siquiera era algo nuevo, en su rostro se dibujó una mueca de mofa al pensar en ello, llevaba más se un mes pensando, y casi toda una vida sin confrontar la situación en la que se hallaba, tal vez había perdido su oportunidad, al fin y al cabo la madurez le había traído aparejada una reserva que mal entendía como cortesía, aunque de fondo sabía que no lo era, tampoco era como si su comportamiento fuera ejemplar.
En el momento que pisó el Olimpo, luego de su larga estadía en el Tártaro, había pensado ingenuamente en quedarse, sin embargo había sido un tonto, a más no poder. No sentía miedo, pero si se sentía incómodo estando allí, ¿por qué?, no tenía respuesta para aquel interrogante, no era justo que quienes no tenían nada que explicar sintieran inconveniente tener que compartir sitio con quienes les debían explicaciones. Tal vez simplemente no quería que le explicaran nada, definitivamente se trataba de eso. Mentían. Siempre terminaban haciéndolo.
Recordaba haber tenido una breve conversación con la diosa de la belleza, no le había preguntado nada a Afrodita, habían cosas que era mejor evitar, sin embargo la diosa había vomitado todo un arsenal de disculpas y confesiones. No la odiaba, de hecho respetaba que tuviera tanto instinto de conservación, aun así le irritaba pensar que lo hubiera subestimado. Le había confesado su amor de todas las formas habidas y por haber, todavía lo había hecho después de entregarlo a Zeus, y no, no buscaba que esa vanidosa lo amara, de igual modo el tampoco lo hacía, pero no entendía que buscaba, si quería que la culpa la dejara en paz eso ya dependía de ella, el dios prefería no interferir cuando su juicio estaba sesgado y podría llegar a empeorar la situación.
Por otro lado su madre se había mostrado distante, lo que le hacía pensar que algo le ocultaba, no sería la primera vez. Aunque sospechaba que no había nada que pudiera decirle que lo desestabilizara tanto como la espera.
Por si fuera poco debía ir al Olimpo, había pasado toda la semana convenciéndose de que era lo correcto. Después de todo quería alimentar las relaciones que todavía conservaba. Puntualmente una. Nunca había sido un dios de muchos amigos, era un hedonista y la pasaba muy bien con muchos, pero habían momentos en los que no podía verles la cara a sus compañeros de fiesta, en cambio necesitaba en quien confiar, actualmente solo contaba con la diosa de la sabiduría para eso. Muy lamentable para el dios de la guerra. Tampoco podía jactarse de haber perdido muchas amistades. Aun en su larga vida podía contar lo amigos que había hecho con los dedos de las manos.
En realidad con solo una persona de confianza le bastaba, no iba a ponerse quisquilloso, sin embargo la diosa ahora tenía sus propios problemas. Ambos se proyectaban ansiosos al día de la asamblea, pero por distintos motivos. La primogénita del dios de los dioses había logrado de alguna forma que su padre le dejara el paso libre para convocar una asamblea, era el momento de dar el golpe de gracia. Zeus se mantendría al margen de lo que ocurriera entre los olímpicos aquel día, había dado el brazo a torcer. Y entonces la diosa podría cambiar en algo el régimen existente, si el voto en contra de una de las tres deidades principales. Las deidades principales eran obviamente los héroes de la titanomaquia, los que poseían la tierra, el mar y el inframundo, sus votos valían mas que los del resto y ellos solo podían tomar una determinación sin el consenso del resto, por lo que la abstención de Zeus dejaría balanceada la situación para Atenea. Con esto se podía predecir que tendría de su lado en la mayoría de los planteos al estoico Hades, pero totalmente en su contra a su acérrimo adversario Poseidón.
Bum. La vista del Dios se nubló momentáneamente. Su oponente había logrado bajarlo de esa nube que él mismo se había montado, directo de bruces al suelo. Se incorporó rápidamente, la guerrera que tenía frente al conservaba su sonrisa de suficiencia, no le sorprendía, las amazonas eran luchadoras soberbias. La amazonas habían aprendido todo de Ares, desde su postura en el combate hasta su propensión al caos y al descontrol, con los ataques de ira incluidos.
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TEMPESTAD
FantasyAtenea descendió al Hades y logró salir con vida, sin embargo la claridad del día no durará para siempre. La antigua oscuridad ha sido liberada, y tanto mortales como inmortales pagarán por su tormento. ATENCIÓN: Se recomienda leer el primer libro...