Perdido

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Noche tras noche 
con gran desorden,
su llanto desvela
tal cual huracán.

En vista de aquello
que había perdido ya,
sin cuenta, en verdades
volvió a caminar.

Sin avanzar esta vez,
pues no había un porqué,
sino, un ya no más.

De nuevo en si mimo
debía desconfiar, 
o sus ojos en velo
podrían marchar.

No más paz,
y con más dolor
en su vela ardiente,
sin aún despertar.



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