Sin ningún esfuerzo,
el amor que sentía brotaba de sus ojos
y rodaba hasta sus mejillas.Sin demorarse ni apresurarse,
su voz ya estaba quebradiza,
sus piernas temblorosas
y sus palpitaciones aceleradas.Haciendo frente a lo que la derretía;
el corazón de él,
que su mirada penetraba con locura,
dudosa de cantarle o callarse.Intentando dejar todo intacto para esas perversas miradas, que guardaría aun para él, porque nadie sería capaz de reemplazar tal hiedra venenosa.
Y ese esfuerzo que aún quedaba en ella,
lo usaría para que su amor
se mantuviera lejos.
Dejándola seca.
Seca por dentro.-Jimena Salazar.