Capítulo 11

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Ana

Miguel no para de besarme y yo empiezo a necesitar más de él. Oímos pasos y yo intento quitármelo de encima, pero no logro ni ver, ni que se despegue. Consigue subirme el vestido y acaricia mi cuerpo, normalmente ya le hubiera parado, pero mi mente está en otro lado y le dejo, además, sus labios saben muy bien.

—Miguel, aquí no.

—Ana, te necesito, echo de menos hacer el amor contigo.

Mis lágrimas salen sin que pueda controlarlas, malditas hormonas y alcohol. No quiero hacer nada ya, quiero que se aleje.

—Soléis preferir a una rica y guapa que a alguien que te dé estabilidad siendo más corriente. —me sorprendo diciendo esto pensando en una persona que de normal no hubiera pensado. Andrés...

—Te echo de menos.

—Yo era la que te amaba, jugaste conmigo, como todos. ¡Eras mi mejor amigo y me lo pagaste así! —le grito con todas mis fuerzas intentando que alguien me escuche, pero es complicado con toda la música y alboroto de la puerta.

—Quizás es que solo eras mi mejor amiga.

Intento volverle a quitar de encima, pero es tarde, ya no quiere soltarme. Empiezo a asustarme.

—No decías lo mismo cuando.

Me corta con un beso y yo no puedo evitar seguir, Miguel es muy atractivo, su pelo es de color café y corto, sus ojos son del color de la miel y tiene una mandíbula bastante marcada.

Pero que sea guapo no significa que sea buena persona.

—Ana. Dame una segunda oportunidad.

—No te quiero ver en mi vida y por decimocuarta vez, suéltame, no te lo voy a decir dos veces más.

Me suelta estrepitosamente y debido a mi torpeza y al alcohol caigo al suelo, inmediatamente se va y yo me levanto con mi vestido subido hasta arriba y le veo, bajo una farola.

Dios mío que estoy en bragas y él está apoyado de una forma muy sensual, despreocupado. Sus brazos están cruzados y su cabeza levemente inclinada, está mirando a Miguel irse.

—Espero que te sientas bien después de acosar a una mujer borracha en un callejón y habiendo consumido droga.

Miguel lo mira con asco y se dirige hacia él, yo me coloco el vestido bien y veo como Miguel falla el golpe, Andrés ni se mueve.

Me quedo varios segundos pensando en lo de fumar droga, no me lo puedo creer. Finalmente, y tras un leve empujón de mi compañero de clase y ahora jefe, decide irse y yo me quedo detrás del cubo de basura avergonzada y con las lágrimas saltadas.

—¿Te ha hecho algo? —pregunta desde la farola y yo le miro con asco. No puedo creerme que haya estado ahí como si nada.

—Eres un pervertido.

—Eras tú la que estaba teniendo sexo en medio de la calle.

—No estábamos teniendo sexo, yo no quería, solo manteníamos una conversación. —digo pasando por su lado, me agarra suavemente y me coloca contra la pared, esta vez estoy de espaldas al chico, puedo notar su cuerpo contra mí. Lo hace tan suave y con tanto cariño que me derrito, no estoy nada bien y me he hecho algo de daño en el pie, pero se siente bien tenerle aquí.

Siento paz después de todo ese huracán.

—A mí me parece que a esta distancia se hace de todo, menos hablar. —susurra en mi oído.

Inmediatamente se separa de mí y me da un poco de espacio.

—Ojalá nunca te enamores de alguien con el que no puedes estar.

A T A R A X I A  [1]   A La VentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora