Capítulo 13

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Ana

Finalmente, todo se calma y la gente sigue con su vida mientras yo me quedo mirando a Andrés. Él se queda en silencio, a veces me dan ganas de pegarle un buen golpe, a ver si así puedo descifrar sus sentimientos, este chico parece un muro.

Parece que trata de aparentar que no tiene dinero cuando su padre es uno de los empresarios más famosos de España.

Al menos es viernes, lo único que me consuela cada vez que estoy cansada o triste. Nos vamos a clase y por suerte pasa rápido, mi padre da clases de matemáticas de maravilla, por lo que todos dicen.

Mi madre es de lengua, ambos polos opuestos, noto como algunos montan una fiesta al fondo, Andrés no me ha mirado, no sé qué hago pensando en él. En un momento nos llaman por megafonía a Anabel y a mí, también a Andrés y mi madre nos mira curiosa.

Los tres nos levantamos y Anabel me da la mano por el camino enfundándome seguridad, veo su mente divagar, el cerebro de Anabel va a mil por hora pensando en vete a saber qué.

Andrés nos sigue en silencio y cuando llegamos vemos a Sandra y Laura salir, no nos han visto llegar, el director está de pie en la puerta del despacho. La hemos liado.

El director mira a Anabel desde la puerta.

—Señorita Anabel, me gustaría hablar con usted a solas.

Anabel me mira y entra, Andrés se sienta en una silla y yo en la de enfrente. Odio estar así con él, me caía muy bien.

—Siento todo esto, no quería que te salpicara. —se disculpa, y yo me arrepiento de haberle dicho todo eso a Carla, no debería haberme enfrentado a ella, Andrés siempre va a defenderla antes a ella. Le importa más que yo y es normal. Yo no soy nadie para él.

—A lo hecho, pecho. —le digo yo ahora y me golpeo mentalmente, menuda mierda de respuesta acabo de dar, sueno muy inmadura.

—Esto no solo te perjudica a ti, Ana, sino que a tus padres también. —me dice serio. Odio que sea tan remilgado, es joven para ser tan perfecto.

—Tengo que ser yo misma, no puedo quedarme quieta por mis padres...

Él guarda silencio y yo veo como Anabel sale del despacho, se dirige hacia mí, pero el director le pide que vuelva a clase y ella me mira entristecida. Joder...

—Señor Andrés, pase. —yo evito reírme, de verdad, es solo un par de años los que me saca como para que sea tratado de señor.

Andrés se levanta y entra, yo me quedo mirando la pared llena de publicidad y cosas de la Iglesia, todavía no sé cómo han querido trabajar mis padres aquí si no vamos a misa desde la boda de mi prima hace cinco años.

Pasan cinco minutos hasta que él sale y no me mira, el director me pide que entre y yo me siento en la silla acolchada justo enfrente de la mesa de madera. El despacho es moderno, hay corchos con papeles y fotos, una librería y un pequeño estante en el que está todo el cableado para poder hablar por megafonía como hizo segundos antes para llamarnos.

—Encantada de conocerla, me llamo Luis, puedes titubearme.

Es un hombre joven, digamos de unos treinta años, mucho más joven que algunos profesores.

—Encantada. —le digo, con un tono serio, mi pierna se mueve a una velocidad extrema. Tengo que aprender a controlar esta manía.

—Bien, Ana, me ha llegado a mis oídos que una chica te ha agredido en la puerta del centro esta misma mañana.

—Sí. —digo un poco asustada, este hombre impone y parece muy sensual detrás de ese uniforme.

Madre mía Ana, podrían despedir a mis padres si pasa algo como lo que estoy pensando con este hombre.

A T A R A X I A  [1]   A La VentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora