El amor, en opinión de Donghae, hacía que ser doncel fuera algo especial. El amor volvía hermosos a las mujeres y donceles, y a los hombres los convertía en príncipes. Un doncel que sintiera amor vivía con la grandeza de un rey, porque su corazón era como un tesoro.
Flores, velas encendidas, largos paseos a la luz de la luna en un jardín privado... la idea misma le arrancaba un suspiro. Mejor bailar a la luz de la luna en un jardín privado... eso, en su escala de valores, era la culminación de lo romántico.
No le costaba imaginarlo: el aroma de las rosas en verano, la música colándose por las ventanas abiertas de una sala de baile, el modo en que la luz plateaba el perfil de los objetos, como en las películas... La manera en que le latiría el corazón (la misma en que le latía entonces al imaginarlo).
Anhelaba bailar a la luz de la luna en un jardín privado.
Tenía once años.
Veía tan claro cómo tendría que ser esa escena (cómo sería), que se la describió, con todo detalle, a sus mejores amigos.
Las noches en que se reunían todos para dormir en casa de alguno de los cuatro hablaban sin cesar durante horas de esto y de aquello, escuchaban música o veían películas. Tenían permiso para estar levantados el tiempo que quisieran, incluso para pasar despiertos la noche entera. Aunque ninguno de ellos lo había conseguido. Todavía.
Cuando dormían en casa de Heechul, les dejaban quedarse a jugar en la terraza de su dormitorio hasta medianoche, si el tiempo lo permitía. Le encantaba estar en esa terraza en primavera, la mejor época del año para salir, y desde allí oler los jardines de la propiedad de los Cho y sentir la fragancia de la hierba si el jardinero había segado ese día.
El señor JungSoo, el mayordomo, solía traerles leche y galletas. O a veces magdalenas. Y la señora Cho se asomaba de vez en cuando para ver qué se traían entre manos.
Casi siempre, sin embargo, estaban los cuatro solos.
—Cuando sea un ejecutivo famoso y viva en Nueva York, no tendré tiempo para el amor. —Sungmin, con su pelo rubio claro veteado de verde tras un tratamiento casero de acondicionador mezclado con polvos de saborizante artificial Kool-Aid de sabor a lima-limón, daba un toque moderno a los cabellos rojo intenso de Ryeowook.
—Pero hay que vivir el amor —insistió Donghae.
—Ni hablar. —Sungmin, con la lengua asomando entre los dientes, convertía un mechón del cabello de Wook en una larga y fina trencita—. Yo seré como mi tía Jennifer, que le cuenta a mi madre que no tiene tiempo de casarse y que no necesita a ningún hombre para sentirse realizada y todo eso. Vive en el Upper East Side y va a fiestas con Madonna. Papá dice que es una rompepelotas. Pues bien, yo también seré un rompepelotas e iré a fiestas con Madonna.
—Como si lo viera —espetó Wook con sorna. El breve tirón que notó en la trencita le arrancó unas risas—. Bailar es divertido, y supongo que el amor está muy bien si no te vuelve imbécil. Mi madre solo piensa en el amor, y en el dinero, claro. En las dos cosas, supongo. Es como si siempre quisiera tener amor y dinero a la vez.
—Ese no es amor de verdad —le aclaró Donghae dándole una palmadita cariñosa en la pierna—. Creo que el amor es cuando dos personas están pendientes la una de la otra porque se han enamorado. Ojalá fuéramos mayores y pudiéramos enamorarnos. —Suspiró abiertamente—. Creo que tiene que ser sensacional.
—Tenemos que besar a un chico para averiguar de qué va la cosa.
Todos se quedaron mirando a Heechul, que, echado boca abajo sobre la cama, observaba a sus amigos jugando a peinarse.
—Tenemos que elegir a un chico y conseguir que nos dé un beso. Estamos a punto de cumplir los doce. Hay que probar para saber si nos gustará o no.
Sungmin entrecerró los ojos.
—¿Como en un experimento?
—Pero ¿a quién le vamos a dar un beso? —se preguntó Donghae.
—Haremos una lista. —Heechul rodó por la cama para tomar la libreta nueva que estaba encima de la mesilla de noche. En la tapa había un dibujo de un par de zapatos rosas abiertos por la puntera—. Escribiremos el nombre de todos los chicos que conocemos y luego los nombres de los que pensamos que vale la pena darles un beso. Y diremos el porqué.
—No suena nada romántico.
Heechul le dedicó una breve sonrisa a Donghae.
—Por algo hay que empezar, y las listas siempre ayudan. Bueno, los familiares no nos servirán. Me refiero a Del —precisó Heechul aludiendo a su hermano—, o a los hermanos de Donghae, que, por otro lado, son demasiado mayores. —Abrió la libreta y buscó una página en blanco—. A ver...
—A veces te meten la lengua en la boca.
La frase de Wook les arrancó chillidos, bromas y más risas. Heechul se levantó de la cama y fue a sentarse en el suelo, junto a Donghae.
—Bien, cuando hayamos hecho la lista principal, podemos dividirla. Sí y No. Luego elegimos un nombre de la lista del Sí. Si conseguimos que el chico nos bese, tenemos que contarles a los demás cómo ha ido. Y si nos mete la lengua en la boca, los otros también tendrán que saberlo.
—¿Y si elegimos uno que no quiere besarnos?
—¿Qué dices, Hae? —Sungmin, terminando ya la última trencita, hizo un gesto de incredulidad—. Cualquier chico va a querer darte un beso. Eres muy guapo y hablas con ellos como si fueran normales. Hay donceles que parecen estúpidos cuando andan chicos cerca, pero tú no. Además, te está creciendo el trasero.
—A los chicos les gustan los traseros —informó Wook en plan entendido—. En fin, si no te da un beso, se lo das tú. No creo que sea para tanto.
Donghae pensó que lo era, o al menos debería serlo.
De todos modos, escribieron la lista, y solo eso ya les hizo reír. Sungmin y Wook representaron qué táctica seguirían algunos de aquellos chicos para conseguir un beso y todos terminaron rodando por el suelo muertos de risa, hasta que el señor Fish, el gato, se fue indignado del dormitorio para ir a aovillarse a la salita de Hechul.
Heechul camufló la libreta cuando el señor JungSoo entró con la leche y las galletas. Más tarde, la idea de interpretar a la Banda de los Chicos los tuvo revolviendo en el armario y las cómodas de Heechul buscando prendas que les sirvieran para subir al escenario.
Se quedaron dormidos en el suelo, sobre la cama. Aovilladas, despatarrados.
Donghae se despertó antes del amanecer. La habitación estaba a oscuras, salvo por el resplandor que emitía la lamparilla de noche del dormitorio de Heechul y los rayos de luna que se filtraban por los ventanales.
Alguien lo había tapado con una manta ligera y le había puesto una almohada debajo. Siempre había alguien que velaba por ellos cuando los niños se quedaban allí a pasar la noche.
La luz de la luna lo atrajo y, todavía medio dormido, salió a la terraza. Un aire frío, denso con la fragancia de las rosas, le rozó las mejillas.
Contempló los jardines de contornos plateados donde la primavera habitaba en tenues colores y dulces siluetas. Le pareció oír música, casi se vio bailando entre rosas y azaleas, entre peonías que aún conservaban los pétalos y el perfume en su prieta redondez.
Creyó ver la silueta de su pareja, alguien que le hacía girar danzando. El vals, pensó con un suspiro. Tendría que ser un vals, como en los cuentos.
Era eso el amor, pensó Donghae cerrando los ojos para respirar el aire de la noche. Se prometió que un día sabría lo que era.
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Holis mis criaturitas del señor, les dejo disponible el prólogo del libro 2 de nuestra saga de bodas.
Espero les guste.
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Rosas que lastiman *EunHae*
FanfictionA los 11 años Donghae soñaba con bailar un vals nupcial en un jardín recóndito a la luz de la Luna. Y es que de pequeño, Hae fue el más romántico y soñador de sus amigos. Un romanticismo y unos sueños que ha volcado en sus dos pasiones: las flores y...