Capítulo 10

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 Mientras Tiffany clasificaba otra entrega, Donghae completaba el tercer ramo de mano. Le encantaba combinar unos recargados tulipanes con ranúnculos y hortensias. Y aunque liar con alambre unos diminutos cristales entre las flores le destrozaba los dedos, sabía que su propuesta había dado en el clavo. Como también había sido acertada la idea de sujetar los tallos con cintas de encaje y agujas perladas.

Entre los diversos pasos, la atención por el detalle y la precisión requerida, y aun contando con la experiencia a su favor, cada ramo le llevaba casi una hora de preparación. ¿De qué se quejaba, pensó, si disfrutaba de cada minuto?

En lo que a el respectaba, no existía un trabajo mejor en el mundo. Y en ese preciso instante, cuando empezaba el doloroso ensamblaje del siguiente ramo, mientras Tiffany trabajaba en silencio al otro lado de la mesa y la música y el perfume impregnaban el ambiente, se consideró el chico más afortunado del planeta. Manipulaba las flores, colocaba tulipanes a distinta altura, ajustaba la composición intercalando ranúnculos para darle la forma deseada y añadía perlitas, satisfecho de la nota brillante que aportaban. Mientras, el tiempo iba pasando.

—¿Quieres que empiece con los centros florales?

—¿Mmm? —Donghae levantó la vista—. Oh, perdona. Tenía la cabeza en otra parte. ¿Qué me decías?

—Es precioso. Qué texturas... —Mientras admiraba la labor de Hae, Tiffany bebió un largo trago de agua—. Te falta otro. Si quieres, lo empiezo yo, aunque no soy tan buena como tú montando ramos de mano. Podría dedicarme a los centros. Tengo la lista y conozco el diseño.

—Adelante. —Donghae ató los tallos con un alambre y recortó el sobrante con unas tenazas—. Tink ya tendría que haber llegado... Bueno, va con retraso, ya debería estar aquí. —Dejó las tenazas y, con unas tijeras de podar, recortó los tallos—. Si tú te ocupas de los centros florales, le encargaré que empiece con los arreglos de peana.

Donghae envolvió los tallos con unas cintas de encaje, que luego sujetó con unas agujas de cabeza perlada. Tras meter el ramo en un jarrón provisional y guardarlo en la cámara frigorífica, volvió a lavarse las manos, se las untó con antiséptico y se concentró en el último ramo que le quedaba.

Al cabo de un rato entró Tink paseándose y bebiendo a morro de un botellín de agua Mountain Dew. Donghae se limitó a enarcar las cejas.

—Llegas tarde... bla, bla, bla —dijo Tink—. Me quedaré hasta la hora que quieras —añadió bostezando—. No me fui a la cama... a dormir, quiero decir, hasta pasadas las tres. Este tío, Jake, es de acero, en el buen sentido de la palabra. Y esta mañana... —Tink se interrumpió, sopló un mechón rosado que le caía sobre los ojos e inclinó la cabeza—. Por lo que veo, esta noche no he sido la única afortunada. Se trata de Hyuk, ¿verdad? Fíjate, qué curioso: Jake y Hyuk. ¡Qué guay!

—Aparte de ser afortunado, también he terminado cuatro ramos de mano. Si quieres ganar pasta para seguir comprándote Mountain Dew, más vale que te pongas a trabajar.

—De acuerdo. ¿Es tan bueno como parece?

—¿Has oído que me quejara?

—¿Quién es Hyuk? —quiso saber Tiffany.

—Sí, mujer. Hyuk, el del culo perfecto y los ojos grisáceos. —Tink se acercó para lavarse las manos.

—¿Ese Hyuk? —Tiffany, boquiabierta, se detuvo en seco con una hortensia en la mano—. Uau... ¿Y yo sin enterarme?

—Todavía no ha corrido la noticia, o sea, que estás a la última. ¿Vas a repetir?—le preguntó Tink a Donghae.

—A trabajar —musitó Hae—. Aquí se viene a trabajar.

Rosas que lastiman *EunHae*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora