Capítulo 20

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 Hyuk empezó a arrastrarse por la mañana. Tenía en la cabeza el discurso que había elaborado, revisado y ampliado durante la noche. El truco, en lo que se le alcanzaba, radicaría en conseguir hacerse escuchar por Donghae.

Y el lo escucharía, se dijo a sí mismo cuando enfilaba hacia la finca de los Cho. Se trataba de Donghae. No existía nadie más benévolo ni generoso de corazón que Donghae. ¿Acaso no era esa una de las numerosas razones por las cuales lo amaba?

Había actuado como un imbécil, pero el lo perdonaría. Tenía que perdonarlo porque... Donghae era así.

De todos modos, se le hizo un nudo en el estómago cuando vio su coche aparcado en la mansión. No había regresado a su casa.

No se enfrentaría solo a el, pensó aterrorizado, sintiendo esa clase de terror que empapa la espalda de un sudor frío, sino a los cuatro, y además el Cuarteto contaba con el señor Park de refuerzo.

Entre todos lo colgarían por las pelotas.

Se lo merecía, sin duda. Ahora bien, ¿por qué tenía que lidiar con los cuatro?

Menuda mierda.

—Acéptalo, Lee —musitó saliendo de la camioneta.

Mientras se dirigía a la puerta, se preguntó si los condenados experimentaban esa misma sensación de fatalidad y terror en estado puro cuando atravesaban el corredor de la muerte.

—Reponte y vuelve al ruedo. No son capaces de asesinarte.

Quizá lo descuartizarían, y seguro que sería el blanco de sus ataques verbales, pero no podían asesinarlo.

Hyuk iba a abrir la puerta impelido por la fuerza de la costumbre, pero se dio cuenta de que, como persona non grata que era, había perdido ese derecho, y decidió que sería mejor llamar al timbre.

Pensó que podría convencer al señor Park. No solo le caía bien, sino que sentía predilección por él. Podría implorarle piedad y entonces...

De repente, la puerta se abrió y ante él apareció Heechul. Nadie, pensó Hyuk, era capaz de convencer a Heechul Cho.

—Eh...

—Hola, Hyuk.

—Quiero... necesito ver a Donghae. Quiero disculparme... por todo. Si pudiera hablar con el unos minutos y...

—No.

Una sola palabra, pensó él, pronunciada con frialdad.

—Heechul, solo quiero...

—No, Hyuk. Está durmiendo.

—Puedo volver más tarde, esperar o...

—No.

—¿Eso es todo lo que vas a decirme? ¿Únicamente no?

—No —repitió el sin trazas de ironía o de humor—. No es eso todo lo que vamos a decirte.

Wook y Sungmin aparecieron detrás de el. Tal como se presentaba la batalla, tenía que admitir que el enemigo era superior. No le quedaba más alternativa que rendirse.

—Sea lo que sea lo que vayáis a decirme, lo merezco. Si queréis que os diga que estaba equivocado, lo estaba. Y mucho. Si preferís que os diga que he sido un imbécil, os lo digo. Si...

—Yo me decanto más por el tópico de llamarte cerdo egoísta —comentó Sungmin.

—Eso también. Sé que aunque hubiera motivos, aunque contara con atenuantes, os daría igual. Eso, seguro.

Rosas que lastiman *EunHae*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora