Capítulo 1

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Eran tantos los detalles, la mayoría confusos, que poblaban su mente que Donghae se puso a revisar la agenda con la primera taza de café. Tener una consulta tras otra le daba el mismo subidón que un café cargado y dulce. Deleitándose en ello, se retrepó en la silla de su precioso despacho para repasar las notas de cada cliente que había ido añadiendo al margen. Por experiencia sabía que la personalidad de la pareja (o mejor dicho, de la novia) era algo muy útil para determinar el tono de la consulta, la intención que tenían los novios. En opinión de Donghae, las flores eran el alma de toda boda. Elegantes o divertidas, elaboradas o simples, las flores simbolizaban el amor. Su trabajo consistía en obsequiar a los clientes con todo el amor y toda la pasión que deseaban.

Suspiró, se desperezó y sonrió al ver el jarrón con rosas de pitiminí que había en su escritorio. No había nada como la primavera, pensó. La temporada de bodas había empezado a tope; eso significaba jornadas de días intensos y noches largas diseñando, arreglando y creando no solo para las bodas de esa misma primavera, sino también para las de la siguiente temporada.

Le encantaba la continuidad tanto como el trabajo en sí.

Eso era lo que Votos les había dado, a el y a sus tres amigos íntimos: continuidad, un trabajo satisfactorio y la sensación de realizarse. Además podía dedicarse a combinar flores, vivir con flores y, prácticamente, nadar entre flores a diario.

Se examinó las manos con aire reflexivo, los pequeños rasguños y diminutos cortes que había en ellas. Unos días se figuraba que eran heridas de guerra, otros, en cambio, le parecían medallas al valor. Esa mañana tan solo deseaba poder acordarse de que tenía que buscar el momento de hacerse la manicura. Echó un vistazo al reloj y calculó. Espoleado por un nuevo pensamiento, se levantó de golpe. Fue primero al dormitorio, eligió una sudadera escarlata con capucha y se la abrochó sobre el pijama. Tenía tiempo de pasarse por la casa principal antes de vestirse y arreglarse para el día. El señor JungSoo ya debía de estar preparando el desayuno, así que Donghae podría ahorrarse cocinar o picotear cualquier cosa.

Mientras bajaba a paso ligero por la escalera, pensó que en su vida todo eran ventajas.

Cruzó la sala de estar que utilizaba como área de recepción y consulta y echó un rápido vistazo antes de salir. Humedecería las flores expuestas antes de la primera entrevista y... ah, ¡qué hermosos eran esos lirios orientales recién abiertos!

Salió de la que había sido la casa de invitados de la propiedad de los Cho, y que ahora era su hogar y la sede de Centros Florales (su parte de Votos), inspiró hondo para notar el aire primaveral... y se echó a temblar.

Maldita sea, ¿por qué no podía hacer más calor? Estaban en abril, caray; en la época de los narcisos. Si incluso los pensamientos que había plantado estaban preciosos, pensó negándose en redondo a aceptar que una mañana gélida (en la que, encima, empezaba a lloviznar) le pusiera de mal humor. Se arrebujó en la sudadera, asió con fuerza la taza de café, metió la mano que le quedaba libre en el bolsillo y se marchó caminando hacia la casa principal.

A su alrededor, todo despertaba de nuevo a la vida. Por poco que se fijara, podía adivinar la promesa del follaje en los árboles, los indicios de lo que serían las delicadas inflorescencias del cornejo y el cerezo. Esos narcisos querían abrirse, y el azafrán ya lo había hecho. Quizá caería otra nevada primaveral, pero lo peor ya había pasado.

Pronto llegaría la época de cavar la tierra y sacar algunas de sus preciosidades del invernadero para dejarlas a la vista. Añadiría ramos, festones y guirnaldas, pero nada superaba a la madre Naturaleza cuando se trataba de crear el paisaje más cautivador para una boda.

Y en su opinión, también, nada superaba a la propiedad de los Cho cuando se trataba de brindar el marco más adecuado para ello.

Los jardines, que incluso entonces ya eran de exposición, pronto estallarían en colores, flores, aromas... e invitarían a pasear por los sinuosos senderos, a sentarse en un banco y relajarse al sol o a la sombra. Heechul lo había dejado al cargo de todo (en la medida en que Heechul podía dejar a alguien al cargo) y cada año tenía que hacer combinaciones, plantar algo nuevo o supervisar a los paisajistas.

Rosas que lastiman *EunHae*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora