Había sido difícil en un principio acostumbrarse a estar en casa de Elian, pero después de una semana ya se sentía como en su hogar.
Su amigo le habían recibido de inmediato con total alegría, pues hacía mucho tiempo que no se veían.
Justo como predijo Tom, estar lejos de James le había sentado de maravilla y a estas alturas ya no sentía culpa.
Estaba feliz... muy feliz, y se sentía libre.
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*futuro*
Gaween se dejó caer contra la pared, exhausto. La dolía todo el cuerpo por el cansancio, pero aún debía ir al restaurante donde trabajaba por las noches. Con un gesto de dolor logró ponerse en pie y saliendo de la casa lanzó protecciones para que nada les sucediera a sus bebés, antes de marchar hacia su trabajo.
Cuidar de sus hijos se le hacía cada vez más difícil, pues ambos eran pequeños y necesitaban mucho para crecer. Tal vez si mandaba una carta a sus padres estos podrían hacerse cargo de ellos y así podrían tener una vida feliz...
Era medianoche cuando pudo regresar a casa.
Se dejó caer en el maltrecho sillón y dejó que la tristeza lo llenara otra vez. Había sido tan tonto... había cometido errores tan estúpidos... lloró en silencio, pensando en la vida que él solito se había arrebatado. ¿¡Por qué había sito tan idiota!? ¿¡Por qué había dejado a la única persona que de verdad lo amó!?
Aún llorando se levantó para buscar papel y tinta... él ya no tenía nada, pero no podía darle esa vida a sus hijos.
"Hades Riddle:
Caldero chorreante. Pasado mañana a las ocho. Por favor ayúdalos. Ellos no merecen todo esto. Sé que Eros no es tu hijo, pero él necesita una familia de verdad.
Con esperanza de que me ayudes, Gaween."
Dobló el papel hasta convertirlo en un ave de origami y lo tocó. Él ave desplegó sus alas de papel y Gaween sonrió con tristeza.
-Ve con él...
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