El alma se sentía como el vacio después de la tormenta, el horror se sumergía de entre sus huesos y se calaba como el frio más helado de todos los tiempos. Pero ahora el dolor corría por sus venas, la sangre le bombeaba rápidamente por todo el cuerpo, su respiración agitada se hacía cada vez más fuerte y las lágrimas corrían con rapidez a través de sus pupilas.
Una vez en un libro leyó una oración que decía: “Puedes cerrar los ojos a las cosas que no quieres ver, pero no puedes cerrar tu corazón a las cosas que no quieres sentir”. Quería de verdad entender a que se refería, pero la sequedad de sus sentimientos no era similar a la de este momento. Se sentó sobre el retrete cerrado y recargó una vez más sus rodillas sobre el frio mármol.
Secó sus lágrimas con la punta de sus pulgares, miró hacia arriba, quería buscar el sol, o cualquier cosa que lo hiciera sentir libre en ese momento. Sin embargo, las cuatro paredes y el techo en el que estaba hacían las cosas más difíciles. Cerró los ojos que ya estaban hinchados por el llanto derramado y entonces se preparó para salir.
Cuando salió del cubículo notó su rostro frente al espejo, su cara regordeta estaba roja por toda la parte superior de los cachetes, la nariz más roja todavía que aun goteaba algún líquido viscoso que succionaba con desdén. Lo que le llegó a sorprender fueron sus ojos, no por lo hinchado que estuviesen sino porque en ellos no se podía ver nada. Eran como dos lunares negros sin ninguna claridad ó profundidad en ellos.
Las imágenes lo horrorizaron y salió del baño rápidamente. Al salir miró hacia su alrededor y notó los pasillos completamente vacios, Comenzó dando pasos cortos y con la mirada hacia abajo. Se acerco hacia su casillero con mucha precaución, al abrirlo metió los libros que llevaba, los cuales ya no necesitaría.
–¿Tienes pase de salida? –Se oyó una voz decir a lo lejos.
Math abrió los ojos como plato y se topó con el vigilante de pasillos. Su escuela tenía esa estricta regla acerca de los pases, si un alumno no poseía el pase de salida para ir al baño o cualquier situación que requería estar fuera de su aula, era llevado directamente a la dirección.
Math no supo que contestar, el vigilante al llegar hasta él lo miro con un aire alentador. Le intentó preguntar qué era lo que le había le pasado, pero Math no lo dejó siquiera hablar. –¡A la mierda con tu maldito pase! –La voz de Math se oía diferente.
El vigilante se enojó rápidamente, la actitud de aquel chico le pareció lo suficientemente razonable como para hacer concreturas sobre lo que le había pasado en la cara. No le importó desde ese momento y le pidió que lo acompañara hasta la dirección para revisión. Cuando ambos llegaron, el vigilante dejó a Math en manos de la administradora y secretaria del director y se retiró al sentarlo en la sala de espera.
Math miraba la alfombra de la sala, miraba hacia el cielo y hacia la vida alternativa. Una risa salió desde muy dentro de él. Imaginó a Liam comiendo de la palma de su mano. Se sentía bien para él, sentía que podía ser poderoso. Y entonces comenzó a sentir dolor, no físico no metal, un dolor diferente, sintió que iba creciendo desde el interior y entonces se expandía por su cuerpo haciendo una corriente eléctrica a través de sus venas. El dolor le dolía cerca de su pecho y sin vacilar tomó aire para sentirse mejor.
–¿Math? –Se oyó una vez que conocía. El profesor Huges iba pasando frente a él. –¿Qué haces aquí?
–¡No tenia pase de salida! –Exclamó con el mismo tono de indiferencia.
–Ven, yo me encargo. –Dijo Huges haciendo salir a Math de la oficina. Habló con la administradora y esta misma dejó que el profesor se lo llevara.
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El juego del amor (Gay)
Ficção AdolescenteMath es un adolescente común y corriente, con un físico diferente al que siempre hemos visto. Pero eso no lo detendrá para conocer lo que muchos llamamos "el juego del amor". Math no sólo tendrá que aprender el significado del amor verdadero. Sino q...