Después de que Math abandonara aquella residencia, Liam no quiso quedarse con la duda de lo que iba a suceder a continuación. –¡Padre! –Exclamó para atraer la atención de este.
–¿Ahora qué quieres? –Preguntó con indiferencia.
–¿Prometes que seré parte de tu empresa en cuanto termine la preparatoria? –Lo que más anhelaba Liam era poder trabajar al lado de su padre, enseñarle que podía ser tan perfecto como él.
–Sí es que la terminas. –Su padre revisaba papeles que su asistente le entregaba paulatinamente.
–Te lo demostrare. –Liam rodeo a su padre queriendo que éste lo mirara.
–Te veo en la cena. –Finalizó su padre subiendo al auto que lo llevaría de vuelta al trabajo.
Liam logró ver su silueta desaparecer en la distancia, se adentro a su casa y corrió hacia la recamara que le pertenecía en aquella lujosa casa. La vida de Liam era más que perfecta, desde pequeño se vio envuelto en muchos lujos, su padre era un gran visionario de trabajo que ganaba más de lo necesario, siempre evadiendo a su hijo de ciertas cosas que lo rodeaban en su vida diaria. Liam creció desde pequeño rodeado de gente de servicio, nanas, niñeras, ama de llaves y hasta maestros privados.
Su arrogancia como niño rico se elevó hasta que entró a la preparatoria, siendo uno de los chavos no más populares de la escuela pero sí respetados como algunos en particular. Su trabajo de Liam era sencillamente nada más que molestar a los más indefensos. El enojo con el que creció dentro de él lo hacía ser de esa misma manera, alejado de cualquier sentimiento de amor, alegría, bondad y caridad.
Se dejó caer sobre la cama tomando algo que estaba cerca de la pizarra en la que dejaba cosas importantes por las noches, se reacomodo bien y comenzó a mirar dentro de él. Lo que había tomado era un álbum viejo que su padre tenía en el sótano junto a las cosas inservible.
Al mirar dentro de él, le gustaba observar cada página de ese álbum viejo, las fotos eran muy hermosas y disfrutaba verlas una y otra vez. Mientras miraba la última foto una sonrisa se desprendió de él, como cuando intentas apagar una flama y mágicamente esa resiste haciendo que ligeramente se haga más fuerte.
El placer que sentía en ese momento se fue apagando tan bajo que la sonrisa se contuvo en ese momento, algo muy dentro de ella la comenzó a moldear hasta el punto de borrarla por completo de su rostro y logrando transformarla en algo nuevo y peor. Esa felicidad cambio tan rápido como lo había llegado, la mirada de Liam se vio reflejada en su pasado que nunca había podido superar.
Miró el álbum con enojo llevándolo a tomar una decisión de la cual se arrepentiría minutos después, el álbum se entrecerró por sus garrar y en un impulso de furia lo arrojó contra la pared del frente. Cientos de fotos salieron desprendidas de éste en cuanto reboto contra el suelo, Liam se vio envuelto bajo la tutela de las lágrimas calientes que mojaban su rostro pálido y blanco.
Golpeó la cama tan duro que un grito se desprendió por muy adentro de él. Odiaba cada vez que le pasaba algo así, sabía que ya había lidiado con ello tanto tiempo que creía sería sólo algo del pasado, pero aún tenía presente lo que pasaba.
Cuando Liam se sintió mejor bajó a comer algo, odiaba los días en que la pasaba deprimido, odiaba llorar, odiaba sentirse débil, no le gustaba ser alguien que parecía que no podía luchar contra su propio interior. Al bajar el timbre de la casa sonó por todo el lugar, ignoró eso ya que había personas a las que se les pagaba para atender esos asuntos.
–¡Puede pasar joven! –Dijo una de las sirvientas. Liam no comprendió eso hasta que minutos después imaginó lo peor.
Salió del lugar para verlo con sus propios ojos, caminó hasta la sala común y miró ahí sentado a Math que lo esperaba con varios libros enormes sobre su regazo. –¿Qué haces aquí? –Le preguntó rápidamente.
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El juego del amor (Gay)
Teen FictionMath es un adolescente común y corriente, con un físico diferente al que siempre hemos visto. Pero eso no lo detendrá para conocer lo que muchos llamamos "el juego del amor". Math no sólo tendrá que aprender el significado del amor verdadero. Sino q...