Capitulo 21: Debilidad espiritual

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La yema de sus manos se deslizaba contra la fría y solitaria pared de la celda. Comenzó a posar sus manos sobre ella cada mañana al despertarse, la clemencia y la agonía de su vida se veían reflejados en sus manos, en sus dedos y en cada parte que la componían de ella. Esa mañana comenzó a recordar el "porque" estaba ahí, y todas las acciones que lo llevaron hasta ese punto.

Levantó su pierna derecha contra el muro de roca y se levantó haciendo que su largo cabello se soltara hasta el ras de sus hombros. Caminó alrededor de la celda buscando algo que pegaba en su mente, algo que profundamente anhelaba encontrar. Su mente se cerró haciendo un vacío de pensamientos sin sentido, la sangre se escurría por sus pies, los gritos le retumbaban sobre un eco sin fin.

Posó sus manos sobre su cabeza al sentir la desesperación humeante. Darwin quien había sido su compañero de celda desde hace varios meses atrás, se levantó de prisa y lo apretó junto al frio muro de contención. –¡Tranquilo Math! –Exclamó haciéndolo como si fuera su rutina de todos los días.

Math se arañó el cabello con rabia y Darwin lo sujetó con más fuerza. –¡Basta! –Darwin lo colocó de frente para enfrentar el terror en los ojos de su compañero.

–¡Ayúdame! –Susurró Math con lágrimas en los ojos. El miedo de todos los días lo recorría durante las mañanas y noches.

Darwin lo acomodó sobre la litera haciendo el mejor esfuerzo por esa vez. –¡Todo estará bien! –Dijo tomando una pequeña pastilla color purpura por debajo de su almohada, e introduciéndola lentamente sobre la boca del menor.

***

Aquella tarde mientras Math y Kate salían de prisa a través de las calles adoquinadas del consultorio, se miraron discretamente con el apoyo de saber que ambos estaban pasando por algo mejor. Poco tiempo después del incidente en el hospital, las noches para Kate fueron aterradoras, impulsivas y un poco fuera de lo normal, Math había estado apoyándola durante el tiempo en que pensaba que iba a necesitar ayuda.

Por desgracia Kate se había consumido en un lago de pensamientos en los que se veía morir ella una y otra vez, los gritos a media noche y los repentinos ataques de ansiedad durante horas de clase, asumieron que iba a necesitar ayuda profesional. Math al sentirse culpable por haberla metido en aquel problema, buscó un psicólogo que los ayudara.

–Los padres deben estar enterados sobre la terapia. –Dijo aquel hombre con bata y una dentadura blanquecina brillante.

–Es un problema privado. –Había dicho Math. –Le pagaremos bien.

El psicólogo había dudado por varios minutos, pero al escuchar lo que pasaba por la cabeza de esa joven sentada frente a él, entendió que quizá podía darles una oportunidad. –Si el problemas es fuerte, la tendré que pasar a un psiquiatra, y entonces será con el consentimiento de los tutores.

Ambos chicos asintieron hacia las palabras del hombre y comenzaron una rutina de dos veces por semana al salir de la escuela. Para la madre de Kate los gritos de media noche eran una etapa de madurez en la que su hija pasaba la pubertad, se aferró a la idea del periodo y en los sentimientos premenstruales que ella sentía cuando era chica.

–Pronto pasara hija. –Le decía tranquila al día siguiente por la mañana. Kate sin entender asentía dulcemente y lo pasaba por alto sin alguna importancia.

Cuando salían de las pláticas, Math presentía que desahogar sus dudas y temores con alguien profesional la ayudarían continuamente para su mejor progreso. Durante las sesiones, habían estado de acuerdo en contar completamente la verdad sobre lo que había pasado aquella noche, cambiando un poco las cosas y los hechos reales.

El juego del amor (Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora