Veintisiete

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Ricardo vuelve de la Guerra y se casa con Sara. Viven de la agricultura y de su sueldo como peón caminero. Al principio tenía que recorrer grandes distancias a pie, con el tiempo consigue tener el dinero suficiente para comprarse una bicicleta, marca Orbea con freno de varillas, lo que le hace más cómodo el desplazamiento al trabajo.

Lo pasó tan mal, que todos los años peregrinaba aun Santuario muy famoso en la zona, había prometido, qué si sobrevivía, todos los años iría. En mí recuerdo, aun hoy está aquel sitio y todo lo que sentía cuando iba con él. No por el fervor religioso, que nunca lo he tenido, sino por estar con él. Sara era muy devota, le gustaba ir a misa, los dos eran religiosos. Criaron a sus hijos, en el libre pensamiento, y sin ningún tipo de imposición, salvo el de ser buenas personas.

En el pueblo era muy querido, tocaba el acordeón y en las fiestas de que se celebraban en casa de un vecino, amenizaba la velada, con su música.

Era un hombre bueno, muy bueno, nunca hizo daño a nadie, pese que a él como tantos otros que fueron a la Guerra, del bando que fuera, se lo hicieron todo.

De pequeña me enseñó a tocar el Himno de Riego, y ven bailar Carmiña, Carmela, eran sus favoritas, no sé si porque eran las de su nieta, o porque lo eran de verdad. Lo que si les puede asegurar es que los dos disfrutábamos tocando ese Parrot, que desde que se fue, ya no suena igual.

No le gustaba hablar de lo que había vivido esos años, salvo pequeñas historias, o si alguien le preguntaba, lo que si contaba era los sucesos que acontecieron cuando se suponía que estaban en una aparente "paz", una vez terminada la Guerra.

Al Bando VencidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora