Treinta

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En un pueblecito costero, próximo al de mis abuelos había un campo de concentración en una zona conocida como" Arnao", era imposible escapar de allí, ya que, el acantilado impedía tal proeza. Los presos republicanos eran obligados a realizar labores varias. Una de ellas era la construcción de una carretera, otros eran mano de obra barata en las conserveras próximas a la zona, pasaron los años y alguno se quedó y se casó en esta zona, en la que convivieron con total armonía con sus verdugos. En los pueblos los fusilamientos estaban mal vistos, la gente quería vivir en paz, pero algún hecho espeluznante se daba y lo contaremos. He de decir que son hechos aislados, la tónica en estos pueblos del Occidente asturiano, era la paz y la concordia. No olvidemos que sus habitantes eran vecinos, y se conocían desde siempre.

Hay una historia de un vecino barquero, que comunicaba con su barca Asturias y Galicia. El era republicano, los falangistas de su pueblo querían confiscarle su pequeño negocio, que era su modo de vida. Casualidades de la vida, él hacía años, había salvado de la muerte al cura, al maestro y a otros hombres no fieles a la República. Querían fusilarlos a toda prisa y él era un hombre de bien, eso no iba con su ideal comunista, baja al puerto, alegando que le han dado orden de custodiarlos, se lo hace saber a los que los cuidan, indicándoles que suban a recibir órdenes, así lo hacen. Con su pequeña barca los lleva hasta la localidad próxima en Galicia donde los franquistas tienen el mando, deja a sus pasajeros y se vuelve a su casa. Afortunadamente, no le sucede nada, ni en un bando ni en el suyo propio.

Años después serán esos hombres que había salvado, los qué agradecidos, no dudan un minuto en salir garantes por él, defendiendo lo que todos sabían y callaban, que era un buen hombre, y que era el mejor barquero. Consigue salvar su vida y su pequeño negocio.

Al Bando VencidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora