Capítulo 15

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Nadie podía oírla. El baño estaba junto al gimnasio que nadie, salvo George en contadas ocasiones, usaba nunca. Podía gritar todo lo que quisiera, porque no vendría nadie a buscarla. Nadie la echaría de menos.

Al cumplir los veinte se hizo la promesa de no compadecerse de sí misma nunca más, y no la rompió hasta que Niall Horan volvió y le recordó todo aquello que quería y no tendría jamás. Una familia. Una verdadera madre.

Y el amor de Niall Horan.

Inclinó la cabeza hacia atrás, dejando que los abundantes chorros de agua caliente le regaran la cara, el pelo, quería lavarse las lágrimas junto con las caricias y el olor de Niall; quería que todo eso se arremolinara colándose por el desagüe, yéndose de su vida, hasta que pudiera fingir que no había ocurrido nunca.

No había sido su primera relación sexual. Había tenido otras en ocasiones y normalmente las había disfrutado. Tampoco había sido su primer orgasmo. Era una mujer joven, normal y sana, perfectamente capaz de cubrir sus propias necesidades aun sin estar saliendo con nadie.

Y sin embargo lo que había vivido esta noche, arriba, en la habitación que está bajo el alero, era completamente nuevo. Era irresistible, espantoso, un tentador bocado de algo tan poderoso y profundo que le entraban ganas de esconderse bajo las sábanas hasta que él se hubiera ido.

El agua caliente se derramaba sobre su cuerpo sin cesar, pero la desesperaba saber que eso no era suficiente para borrar las huellas de Niall, que se pegaría a su piel y permanecería en su sangre hasta que ella no tuviera más remedio que huir de eso, de él y de la única familia que tenía.

Cerró el grifo y se quedó inmóvil en el plato alicatado de la ducha mientras la rodeaban envolventes nubes de vapor. Se quitó el pelo de la cara y se puso derecha. Tenía que pensar en cómo salir de este embrollo. Si era preciso que se marchara durante un par de días para recuperar el equilibrio, lo haría.

Pero no dejaría que Niall volviera a tocarla. Eso había sido un error de tan monumentales proporciones que aún estaba sorprendida. Durante casi toda su vida había soñado, voluntaria o involuntariamente, con Niall Horan. Habían pasado demasiadas cosas entre ambos para hacer del sexo una alternativa razonable.

Más le hubiera valido no acostarse con un impostor. Estaba segura de que era un mentiroso, y de que le odiaba, y sin embargo había actuado en contra de su voluntad.

A lo mejor su reacción era debida a la reprimida nostalgia que había sentido siempre por Niall. A lo mejor es que él era simplemente un seductor.

Ya daba igual. Ella había comprobado, para su eterno pesar, hasta qué punto Niall podía ser provocativo. Y peligroso. Le había dicho que lo considerara una penitencia por haber atentado contra su vida.

¿Desde cuándo las penitencias eran tan dolorosamente dulces?

Entró en el pequeño y bien equipado gimnasio cubierta con un grueso albornoz. En una de las esquinas había una mesa baja y acolchada que se empleó para hacer fisioterapia cuando Sally se rompió la cadera. Sería perfecta para dormir unas cuantas horas. A nadie se le ocurriría buscarla aquí, a menos que George decidiera hacer gimnasia sueca recién levantado.

Si se le acercaba acabaría arrepintiéndose.

Se acurrucó en el colchón de espuma y se tapó con el albornoz. El pelo mojado se extendía sobre la funda de plástico y cerró los ojos, colocando una mano bajo la cara. Mañana ya pensaría en una solución. Durante lo que quedaba de noche, al menos, estaría a salvo.

A las cinco de la mañana ________ renunció a la idea de dormir. La casa entera estaba tranquila, reinaba el silencio; por regla general los Horan se levantaban tarde, y Constanza y Rubén no salían de su apartamento hasta pasadas las ocho. Resistió al impulso de volverse a duchar. Si Niall Horan seguía aún en su cuerpo, entonces sería sólo cuestión de tiempo que sus huellas se borrasen del todo. Podía esperar.

El impostor (ADAPTADA) |Niall Horan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora