Había sido sorprendentemente fácil desaparecer. A John Kinkaid la vida no le había sonreído demasiado desde que había salido de la burbuja protectora de los Horan, y le ayudó a conseguir los papeles pertinentes para empezar una nueva vida. No se pronunció al respecto, se limitó a darle a Niall un cartón de cigarrillos y cien dólares en el momento de partir, y le prometió acudir si le necesitaba.
No cumplió su promesa. Nunca más volvió a verle, pero no importaba. Ahora tenía una nueva vida. Por primera vez, era libre.
En muy poco tiempo había vivido una buena dosis de realidad, sin nadie que le sacara del apuro, sin dinero que protegiera cada uno de sus movimientos. Y lo había disfrutado, viajando sin rumbo por Europa, vagando, probando un montón de cosas nuevas para él. En los últimos años años había sido ladrón de coches, universitario, agente de Bolsa, obseso del esquí y carpintero. Era fuerte, resistente, ciertamente su sentido del honor estaba tergiversado, y no necesitaba nada ni a nadie.
Hasta el momento en que se enteró de que Sally Horan se estaba muriendo.
No deja de ser curiosa la forma en que le llegó la noticia. Niall era un hombre realista, pero no podía dejar de pensar que había sido obra del destino.
Los Horan, a pesar de tener mucho dinero, intentaban pasar desapercibidos. Y Niall, deliberadamente, se había abstenido de saber de ellos. Pertenecían a su vida anterior, eran agua pasada. Ya no le importaban.
Cada vez que había tenido dinero ahorrado, tiempo libre, o cualquier otra excusa, había viajado a Italia. A la Toscana, para ser exactos. En un momento dado se preguntó si habría algún rasgo hereditario que le ligara a esa tierra, pero como era de cabello rubio y tenía los ojos azules, lo descartó. Fuera cual fuera el motivo, en ningún otro sitio se había sentido tan a gusto durante sus años errantes. Sólo en la Toscana Niall se sentía como en casa.
Incluso se había comprado una casa pequeña y medio derruida en las colinas. No era una villa exactamente, pero era algo más grande que una granja, poco más que ruinas, apenas habitable, y rodeada de enormes jardines que, independientemente de lo que estuviera floreciendo, olían siempre a rosas.
Su amigo Paolo le había estado ayudando a reparar el tejado, y al irse a su casa después de comer, se dejó el envoltorio de su sándwich. Un antiguo ejemplar de la edición internacional del Wall Street Journal.
Las páginas del periódico estaban gastadas y borrosas, el sol las había descolorado. Le seguía sorprendiendo que hubiera decidido leer las noticias de economía americanas de hacía dos meses. Claro que Niall necesitaba leer siempre algo en su tiempo libre: en el cuarto de baño, cuando veía la televisión o cuando estaba comiendo. Se encontró con una noticia que hablaba de la reorganización de las Industrias Horan mientras tomaba un plato de pasta fría.
El artículo no decía que Sally se estaba muriendo. Tampoco hizo falta; podía leer perfectamente entre líneas. Niall supo que había llega do la hora de volver a casa y encontrar las respuestas a todas las preguntas que habían sido objeto de su obsesión.
No recordaba con exactitud cuándo se le había ocurrido el plan. Al principio su intención era simplemente volver a casa y presentarse ante su querida familia. Lo lógico era que primero se dirigiese a Warren, no quería que Sally viese aparecer a su hijo pródigo y se muriera del susto.
Pero no había sido fácil. Warren estaba aislado de la familia, y un sinfín de secretarias y recepcionistas le protegían de las llamadas. El número de teléfono de su piso de Nueva York no figuraba en el listín, y si en otra época Niall lo había sabido, lo había olvidado por completo.
Al final, molesto, dejó un seco mensaje diciendo que Niall Horan quería hablar con su tío. Debió imaginarse que la respuesta no se haría esperar.
Los Horan habían contratado un prestigioso bufete de abogados. Niall recibió la llamada breve y expeditiva de un socio adjunto: el hijo de Sally Horan estaba muerto y cualquier impostor sería tratado con dureza.
Fue entonces cuando se le ocurrió la idea. Una pequeña garantía, un plan infalible. Hacía años, alguien había intentado acabar con su vida. Probablemente habría sido uno de los influyentes Horan. Si le creían muerto, no le recibirían con los brazos abiertos ahora que se habían hecho a la idea de que todo ese dinero sería para ellos. Ignoraba qué contenía el testamento de Sally, pero estaba casi seguro de que si volvía una gran parte de su sustanciosa fortuna recaería en él, cosa que no haría ninguna gracia a Warren y Patsy Horan.Una vez decidido el enfoque del asunto, Niall no tardó mucho en averiguar los detalles. Nunca se le declaró muerto, su afligida madre se había negado a admitirlo. Cuando muriera la herencia se convertiría en un caos hasta que lograran aportar alguna prueba. Cualquiera lo suficientemente amoral y sagaz recibiría a un hábil impostor con los brazos abiertos.
Y si mal no recordaba, su querido tío Warren era el anzuelo perfecto.
Había resultado sorprendentemente sencillo. Había localizado a Warren en su club masculino y se había sentado cerca de él en un tranquilo rincón del bar limitándose a esperar. La mirada de Warren se había posado en Niall con total desinterés, entonces se quedó petrificado.
—¿Quién eres? —le había preguntado con voz ronca.
Niall había sonreído.
—¿Tu añorado sobrino?
—Está muerto.
—Tal vez. Te gustaría demostrarlo, pero no has podido hacerlo, ¿no es cierto?
Warren alcanzó su bebida de color ámbar su mano, perfectamente cuidada, temblaba.
—¡Y tú qué sabes!
—Sé muchas cosas. Da la casualidad de que me parezco a un familiar tuyo desaparecido. Incluso me parecía a él por aquel entonces; la policia me detuvo y me interrogó cuando le estaban buscando. Con la ayuda adecuada podría convencer a cualquiera de que soy Niall Horan.
—¿Y por qué querrías hacerlo?
—Por dinero —respondió Niall con toda naturalidad—. No, no es que sea un avaro. No se me pasaría por la cabeza quedarme con todo lo que hubiera heredado el Horan ese. Al fin y al cabo, necesitaré ayuda para lograr mis objetivos. Pero piensa en lo que te convendría: no habría que esperar a tener pruebas que demostraran la muerte de Niall; no habría dudas sobre la herencia. Planeamos algo sutil que nos beneficie a los dos, y cuando esa anciana esté muerta y yo haya cobrado una generosa cantidad de dinero, me esfumaré y no se sabrá nada más de mí.
Warren le miraba, desconfiado:
—¿Y crees que confiaría en ti? Tú debes de ser el farsante que ha estado intentando contactar con mi hermana. Pensé que mis abogados ya se habían ocupado de ti.
—No vayas tan deprisa, «tío Warren» —murmuró Niall—. Me da la impresión de que eres un hombre inteligente. No deberías rechazar una oportunidad como ésta sin antes sopesar los pros y los contras.
—¿Quién demonios eres?
—Me llamo Sam Kinkaid. —Usó el nombre intencionadamente, pero Warren ni siquiera parpadeó. Era obvio que el ex marido de Sally había sido borrado de su banco de datos.
Warren se reclinó y, pensativo, miró a Niall durante largo rato.
—Podría llamar a la policía.
—Pero no lo harás. Volverás a tu piso de Park Avenue y pensarás en lo que te he dicho. Reflexionarás sobre ello, profundamente, con un par de whiskys. No se lo comentarás a nadie, porque eres lo bastante listo como para saber que un secreto anunciado a los cuatro vientos ya no es un secreto. Y luego, dentro de unos días, tal vez antes, me llamarás.
Warren arrugó la nariz en señal de desaprobación.
—Estás muy seguro de ti mismo, ¿verdad?
—Hay que estarlo para poder salir airoso de una cosa así. La cuestión es si tú también lo estás.
Durante mucho rato, Warren le miró fijamente, examinándole, y Niall pensó que le había tendido una buena trampa. Se levantó, proyectando su inmensa sombra sobre el viejo Warren.
—La decisión está en tus manos. Éste es mi número de teléfono. Estaré esperando noticias tuyas.
—Tendrás noticias de mis abogados —replicó Warren con frialdad.
—Gracias por la copa, tío Warren —dijo Niall sonriendo.
Su intuición le indicó cuándo llamaría Warren; intuyó bien. En menos de una semana Niall se estaba reuniendo con Warren para aprenderse la historia de la familia Horan, de la que sólo conocía una parte, el resto le era completamente nuevo. Se le habló de los distintos matrimonios de Patsy y de sus hijos, ya mayores; se le habló de la enfermedad de Sally y de sus fieles criados, Constanza y Rubén. Y se le explicaron muchas cosas de ________ Smith, la hija adoptiva que había entrado en la familia para no marcharse jamás.
Y recordó aquel inocente beso. El primer y último bocado de inocencia de su horrible y egoísta vida. Y miró a Warren a los ojos, sonriendo. Consciente de que iba a tener la oportunidad de saborear a ________ otra vez.
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El impostor (ADAPTADA) |Niall Horan|
Fanfiction¿Qué harías si tu creído amor muerto del pasado regresara? -Debe ser otra persona. Pero... ¿y si sabe más de ti que incluso tu misma? -Él es un impostor.