Capítulo 5

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Era una noche tranquila, fría, la luna creciente flotando en el cielo a poca altura. Dentro de unos días el frío inusual desaparecería, la nieve abundante y húmeda se derretiría en la nada, y una vez más la primavera iniciaría la lenta conquista de las desoladas y heladas tierras de Vermont.
Pero por el momento dominaba un silencio glacial que se extendía sobre el paisaje cubierto de nieve. Las ramas de los árboles eran negras en contraste con la blancura restante, y sobre ellas se cernían a distancia las montañas, una presencia milenaria y protectora.
________ fue hasta la parte posterior de la casa, el abrigo que llevaba se ceñía a su cuerpo mientras caminaba por los senderos que habían sido cuidadosamente despejados de nieve con palas. Sus botas crujían ligeramente sobre el frío suelo, y podía oír los gritos de una lechuza a lo lejos. La oscuridad albergaba criaturas, criaturas salvajes que vivían sus vidas con asombrosa sencillez y libertad. Algún día esa libertad le pertenecería.
Nunca fue tan tonta para pensar que durante sus años en Boston había sido realmente libre. Sally era la única madre que había tenido, una mujer tranquila y desapasionada que siempre había estado allí. Si bien no había exteriorizado su cariño por ella ni tampoco había participado en su vida, al menos ________ sí había sentido su afecto y estabilidad.
Y había sentido ese afecto en el tiempo y en la distancia.
Se lo debía todo a Sally. No en un sentido físico; esa deuda ya había sido pagada. Se lo debía todo emocionalmente, por haberle permitido pertenecer a alguna familia. Los poderosos Horan no se habían fijado en que aquella niña reservada crecía a la sombra del tempestuoso Niall, sin embargo Sally sí, y la siguió de cerca y la quiso a su manera.
Y ________ estaba en deuda con ella. Podía hacer un paréntesis en su vida durante unos meses. Podía quedarse durante unos meses. Hasta que Sally muriese.
Todo el rechazo del mundo no cambiaría lo que iba a pasar; hacía mucho tiempo que ________ había aprendido esa lección. Sentiría su muerte profundamente, pero su vida, al fin, le pertenecería.
Incluso tendría dinero. Nada comparado con las gigantescas sumas de dinero que heredarían los verdaderos Horan; o con el dinero que el impostor intentaría usurparle a una anciana moribunda.
No tenía importancia. Eso la ayudaría a reclamar su independencia provisional. A pesar del cariño que tenía a la familia Horan, incluyendo al remilgado del tío Warren, a tía Patsy y su diversa descendencia, una vez Sally estuviera muerta los lazos se romperían. Su deuda de lealtad y amor ya estaría saldada y ella sería completa y felizmente libre.
Pensó que debería sentirse culpable por ello, por anhelar ser libre, sin embargo no podía. Si pudiera cambiar las cosas, si pudiera dar años de su vida para mantener a Sally sana y feliz, lo haría con mucho gusto. Pero Dios no hacía ese tipo de tratos y Sally se estaba muriendo. Y ________ se iría.
Podía ver su aliento en el aire de la noche, pequeñas bocanadas de vaho que salían al exterior, mientras descendía por el sendero en dirección al estanque helado. Solía patinar en él, tiempo atrás, cuando los Horan iban a Vermont a pasar la Navidad. Eso fue antes de llevar allí a Sally para que muriera. Hacía mucho que no patinaba, pero Rubén se aseguraba de que la superficie estuviera siempre limpia de nieve. Ahora estaba lisa, los últimos restos habían sido apartados a un lado, por si había alguien suficientemente imbé.cil que quisiera patinar.
________ se quedó en el margen del hielo, mirando fijamente la superficie cristalina, y tuvo un impulso repentino, absurdo e irrefrenable. Ni siquiera tenía un par de patines, aunque pedirlos y que se los compraran sería bastante fácil.
Empezó a caminar con cuidado sobre el hielo, que tenía casi un palmo de grosor. Trató de deslizarse por él, pero sus botas oponían demasiada resistencia.
Poco a poco fue acercándose hasta el centro del estanque, el silencio la rodeaba. Hacía años que no intentaba patinar. Hacía tanto tiempo que nisiquiera recordaba cuándo se había puesto unos patines por última vez.
Sí lo recordaba. Fue en una Navidad de hacía muchos años, cuando ella tenía nueve años. Le habían regalado unos patines nuevos, y un Niall sorprendentemente paciente la había llevado fuera para probarlos. Debería haber tenido más juicio y no haber confiado en él. Por gentileza de Niall, que intentó enseñarle los pormenores del patinaje sobre hielo, acabó el día con una fractura de muñeca y ya nunca más volvió a ponerse los patines.
Aún recordaba la expresión impasible y socarrona de la cara de Niall cuando Sally le había dado una reprimenda y más tarde perdonado, como solía hacer. Pero de alguna manera, en su memoria, la cara de Niall era exactamente igual a la del impostor.
—¿Has patinado mucho últimamente, ________?
Su voz le llegó en forma de susurro desde el otro lado del estanque. Ella apenas se movió. Sabía que vendría, ya era tarde para reaccionar. Sabía que iba a seguirla.

Levantó la cabeza para mirarle a través de la extensión de hielo y nieve. Estaba de pie a la orilla del bosque, la luz de la luna recortaba su silueta, y no iba muy abrigado: iba sin guantes y con una fina chaqueta. No parecía tener frío.
________ se hundió aún más en su abrigo de piel.
—Hace veinte años que no patino —respondió.
—Deberías intentarlo de nuevo —dijo él—. Quizá podría darte otra clase.
Seguro que se lo habían contado. No tenía por qué sorprenderse.
—No creo que necesite que me des ninguna clase de nada.
—Yo creo que sí —replicó él amablemente—. Necesitas clases para aprender a no preocuparte de nadie más que de ti misma. Necesitas clases para aprender a decirle a la gente que no te gusta que te manden a paseo. Necesitas clases para aprender a defenderte y no ser…
—Vete a la mier.da.
Podía ver su boca tremendamente sensual sonreír irónicamente.
—A lo mejor no necesitas aprender todo eso. ¿Qué te parecería a no desvivirte tanto por los demás? Te harán daño, ________. Hasta un intruso puede percibirlo.
—¿Estás reconociendo que eres un intruso?
—Me he pasado dieciocho años fuera. Eso apenas me permite conocer con detalle el funcionamiento de esta familia; pero te diré una cosa: no has cambiado nada.
—¿Ah, no? —dijo ella sin moverse de donde estaba, en medio del hielo.
Niall se aproximó a ella. Sus zapatillas de deporte estaban cubiertas de nieve, y se resbaló un poco sobre el hielo. Parecía estar divirtiéndose.
—Sigues siendo aquella niña pequeña que apoyaba la nariz contra los cristales de los escaparates de las tiendas —afirmó él; su voz era fría e insensible como el sólido hielo que había bajo sus pies—. Sigues queriendo lo que no puedes tener.
Se estaba acercando a ella demasiado, pero se mantuvo impertérrita, negándose a apartarse.
—¿Y qué es lo que no puedo tener?
—Una familia de verdad.
________ inspiró profundamente.
—¿La habilidad de herir a la gente es inherente a los impostores? —preguntó— ¿O se trata sólo de un don adicional? Me temo que te han informado mal; yo tengo una familia: Sally.
—No quiero herirte, ________ —dijo él—. Nunca he querido hacerlo. ¿Temes afrontar a la verdad? Antes no te daba miedo.
—Yo diría que tu concepto de verdad es realmente superficial.
—Eso duele —protestó él.
—Daría lo que fuera —dijo ella meditabunda— para que se partiera el hielo que tienes debajo.
Su sonrisa era rabiosamente alegre.
—Me temo que ésa no es una buena manera de matar a una persona. Alguien podría oírme pidiendo ayuda. Y lo más probable es que tú también te hundieras.
—Tal vez valga la pena —replicó ella.
—¿Quieres que me muera? —Parecía haber más que un interés casual detrás de esta pregunta.
—Quiero que te vayas adonde ya no puedas hacer más daño.
—¿Y estás dispuesta a matarme con tal de conseguirlo?
________ suspiró.
—No seas vanidoso. Necesito un móvil mejor para cometer un asesinato.
________ pasó por su lado, sentía una repentina claustrofobia. Él se movió bloqueándole el camino, cosa que de algún modo ella ya esperaba que hiciera.
—Quizá podría convencerte de que soy quien afirmo ser.
—Y quizá las ranas críen pelo, pero no espero que suceda ninguna de las dos cosas en un futuro próximo. ¿Puedo irme ya?
—¿Quién te lo impide? —Estaba tan cerca de ella que resultaba incómodo, pero tenía los brazos cruzados sobre el pecho y no hizo ademán de tocarla.
La noche era glacial, y ________ apenas podía parar de temblar dentro de su abrigo de piel. Allí estaba él, ligero de ropa y aparentemente a sus anchas.
—¿No tienes frío? —preguntó ________ de pronto.
—No te preocupes por mí—respondió Niall—. Hace más de dieciocho años que sé cuidar de mí mismo.
En ese aspecto, al menos, le creía.

El impostor (ADAPTADA) |Niall Horan|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora