CAPÍTULO X

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El ascensor había llegado a su destino, para Leonela Rickford, era un alivio, mientras que, para Aaron, era una desgracia.

Aaron le presentó las instalaciones y al personal que había ya ahí en ese momento, las compañeras de trabajo de Aaron volteaban a ver a Rickford como si se tratara de un asesino serial, todos y todas se secreteaban a espaldas de Aaron y Leonela no comprendía lo que pasaba y tomó aire para decirle a Aaron que no se sentía preparada y que se quería retirar, a lo que Aaron le dijo que no se preocupara, que sus funciones eran completamente diferentes a los del resto de trabajadores que se encontraban ahí.

Aaron comenzó a darle catedra a Rickford con la historia de los ejecutivos, sus funciones y antecedentes de cada uno y le empezaba a explicar de los eventos que se hacían años tras años y que este año les había tocado a ellos para el evento patrimonial de los ejecutivos y el por qué había solicitado a una persona a cargo del apoyo del evento, le comentó del mismo y los resultados que tuvieron el año pasado, mas no contaba algo muy importante... no contaba los acontecimientos con Evans en su oficina de trabajo. Cuando Aaron se dio cuenta que estaba a punto de "meter la pata" con respecto a Evans, buscó la manera de como reservar esa información hasta tiempo después.

Rickford no paraba de escuchar a Aaron, pero aun así le surgían preguntas tras preguntas, sonó el "Ding Dong" del elevador y estaba entrando uno de los ejecutivos del buffet y los presentó para luego comentarles el motivo de la participación de Rickford dentro de los eventos patrimoniales.

La altura de aquel ejecutivo y su barba pronunciada, cargando unos lentes transparentes de marcas reconocidas, fue un punto más al nivel de estrés de Rickford y detrás de él, llegaba Montealegre, como siempre saludando de manera informal a aquel ejecutivo, lo que logró un suspiro a Rickford, pues a pesar que se veían imponentes, tenían un lado consiente y afable.

Ambos entraron a la oficina de Montealegre y pidió su café matutino de siempre a una de las secretarias ahí presentes.

La puerta de la oficina de Montealegre se cerró y Aaron y Rickford proseguían con la inducción. Aaron le dijo a Rickford de manera empática y en tono de burla que aprendiera la preparación del café como una prueba de Montealegre.

Al ver Aaron, que a Rickford no le provocó risa alguna, se reintegró y prosiguió con la inducción y sus funciones dentro de la empresa, entablaron los horarios y Aaron prosiguió con la lectura de las minutas de la última junta hacia Rickford para darle herramientas de por dónde empezar.

En ese instante, sonó el teléfono de Aaron, era Hamilton preguntando si se encontraba ocupado, porque quería platicar con él vía telefónica, a lo que Aaron le afirmó que si y que apenas se desocupara le marcaría, pero Hamilton no lo dejó continuar y cortó la llamada.

Rickford presenció ese momento incómodo de la llamada y Aaron le dijo a una de las secretarias que le siguiera leyendo la minuta a Rickford mientras él iba al baño.

La secretaría asintió y continuo con la lectura mientras Aaron se dirigía al baño a regresarle la llamada a Hamilton, con cara enfurecida y descontrolada.

Aaron le marcó a Hamilton varias veces y no contestaba el teléfono, al cabo de unos minutos había recibido un mensaje de texto diciendo: "Estoy ocupada, luego hablamos" Sabía Aaron que esa frase no era de razonamiento si no de enojo.

Aaron dio un golpe a la pared del baño y se lavó la cara y las manos, se miró al espejo y se dijo así mismo;

¡Estoyharto, estoy harto! ¿Por qué me pasa siempre esto a mí? ¿Cómo carajos puedohacerla entender que no me marque en horas de trabajo y menos en momentos comoéste? ¿Qué impresión le voy a dar a Rickford? – dio un segundo golpe, retomó lacordura y con respiración onda, apagó un rato su teléfono móvil.

Me Quedo ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora