CAPÍTULO IX

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Era inicio de semana, Aaron se alistaba mientras recordaba lo platicado con el ingeniero Montealegre la semana pasada, pero entre más recordaba los consejos de él, más fuerte eran los pensamiento hacia Rickford. ¿Cómo lograría Aaron no cruzar ambas líneas? Y Si las llegara a cruzar ¿Qué haría con Hamilton?

Aaron se sentía entre la espada y la pared, se sentía confundido, sentía que le faltaba el aire y divagaba entre sus pensamientos, trató de agarrar la cordura y procedió a dirigirse hacia la empresa.

Tomó su teléfono celular, las llaves de su Mini Cooper de carrocería color roja y líneas negras a los laterales de sus cuatro puertas, techo blanco; y como todos los días, procedía a buscar a Hamilton para llevarla a su trabajo antes de llegar al suyo, ese día ninguno de los dos cruzó palabras en el trayecto, como dos perfectos desconocidos, Aaron ya no tenía muchos ánimos de hablar con Hamilton, pues cualquier palabra, cualquier oración, terminaba en una discusión inminente, y Aaron no quería llegar de mala imagen a la empresa, por una simple razón... Leonela Rickford.

Del otro lado de la ciudad Leonela se sentía nerviosa por el primer día en la empresa, recordando el momento justo en que ella no le había tomado importancia a la petición de la coordinadora, pues eran varios postulantes del mismo grupo y terminó siendo ella la elegida para cumplir con sus labores como asistente de Aaron.

No se sentía del todo contenta por la noticia, pues desde un principio ella no quería ser postulante, pero no eran muchas las alternativas que tenía así que tomó por conformarse en tomar la vacante.

Preparó el desayuno de Emilio, esperó a que Saúl pasara por él y una vez hecho esto, procedió a retirarse igual de la casa donde habitaba para irse primero al centro de capacitación y luego a la empresa de Montealegre.

***

Aaron bajó de su mini cooper y procedió a entrar a la empresa, mientras éste caminaba hacia las enormes puertas de la empresa, que se abrían de par en par en tan sólo sentir la presencia de quien llegaba, entró y vio sentada en el lobby a Leonela Rickford, sería y a la vez nerviosa; ese día Aaron vestía un juego completo de ejecutivo en color gris, saco entre abierto mostrando la corbata de color coral y la camisa blanca de bajo de éste, zapatos bien boleados y cinturón negro y mancuernas en las muñecas de color plata.

Bien peinado como si se tratara de una reunión con los presidentes de las distintas casas emprendedoras existentes en la gran ciudad de Birmingham, Londres Inglaterra. Era un día fresco como ninguno, su temperatura rondaba en los 10.5 °C, Aaron divisó a Rickford sentada en el lobby, cargando unos lentes negros translucidos, un peinado recogido y bien amarrado y con fleco, vestía una chamarra de mezclilla de las mejores marcas de moda y un pantalón negro, zapatos bajos y cómodos (como a los que a Rickford le gustaba usar), libreta en mano a simple vista se podía ver la tensión que cargaba Rickford, pues entre ratos movía la nuca como si de un insecto se le hubiera puesto encima.

Aaron caminó hacia Rickford con portafolio de aluminio en mano.

- ¡Buenos días señorita Rickford! Es un honor y un placer conocerla. – Aaron le había extendido la mano con gentileza, tardó unos minutos para que Rickford respondiera de igual forma.

- ¡Muchas gracias...! – La tensión no tardó en regresar, pues no recordaba el nombre de Aaron.

- ¡... Reynolds, Aaron Reynolds! – continuó la oración de Rickford - ¡Por favor, sígame!

Rickford se sentía apenada por la situación, sentía ganas de salir corriendo en ese preciso momento, pero se contuvo y prosiguió a seguir a Aaron.

Las luces del lobby resaltaban aquella mirada penetrante de Aaron hacia el personal que se encontraba en ese momento, sus ojos de color olivo se vislumbraban al saber que Rickford lo seguía.

En la mente de Aaron pasaron mil fantasías, para con Rickford, pero prefirió concentrarse en lo dialogado con Montealegre la semana pasada. Ambos, Leonel Rickford y Aaron Reynolds tomaron el ascensor, para llegar a las oficinas donde Aaron trabajaba. Eran 4 plantas hacia arriba y Rickford se sentía cada vez tensa por la presencia tan imponente de Aaron, sus estaturas se diferenciaban entre ambos, mientras Aaron medía 1.7 metros, Rickford medía 1.5 metros y la forma de vestir de Aaron le daba más estatura a comparación de ella y sus zapatos bajos.

En Rickford, para concentrarse en tan inquietante momento, sólo recordaba a su hijo Emilio y se preguntaba si se encontraba bien, si había desayunado o si Saúl lo había entregado más temprano que otros días a Emilio.

Mientras Rickford divagaba en sus pensamientos, fueron interrumpidos por Aaron.

- Dime ¿Cómo fue que te animaste en postularte con nosotros? – Esa pregunta hizo recordar a Rickford la poca importancia que había dado en el centro de capacitación por no abogar por su situación.

- ¡Este...! En realidad, yo no decidí, el mismo centro me asignó estar con ustedes, yo... - Fue interrumpida por Aaron en ese momento.

- ¿Hace cuánto tiempo que estás en el centro de capacitaciones? – volvió a preguntar Aaron, buscando la manera de romper el hielo y de saber más de ella.

- ¡Bueno... pues...! Ya tengo como un año más o menos en el centro de capacitaciones y... - Volvió a ser interrumpida por Aaron.

- ¿A qué te dedicas en tus tiempos libres? – Arremetió Aaron como si de una entrevista de trabajo se tratara, pero no en el lugar indicado y en el momento indicado, Aaron buscaba más respuestas para saber más de Rickford, no por Montealegre, si no por sus propios intereses.

- ¡Soy una mujer casada! - Esa respuesta la hizo recordar todos los malos momentos que pasaba con Saúl, a lo que trató de desviar el tema, pues se sentía incómoda.

- ¿Le puedo comentar algo? – preguntó Rickford y sin esperar la respuesta de Aaron, prosiguió – Mi hijo sale a las 15:30hrs de la escuela, desconozco los horarios de trabajo o de servicio con ustedes, pero quisiera comentarle si no habría problema alguno de retirarme temprano para pasar por él. – Concluyó Rickford.

Alescuchar Aaron la frase de "soy casada" comenzó a divagar, tal parecía quequería tratar temas un poco más discretos y le respondió a Leonela con un sí,que no habría problema en ello, él le comentaría a Montealegre y le ofreció sucarro para llevarla a buscar a su hijo, a lo que Rickford respondió con unrotundo "NO" y luego con un "GRACIAS" pues le explicó que pasarían por ellapara ir a buscar a Emilio.

Me Quedo ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora