XVI: Un desastre

12 7 0
                                    

Me quedé en silencio unos segundos para asegurarme de que solo fue mi imaginación, que siempre me juega en contra, me acomodé nuevamente para tratar de descansar, pero al instante pude escuchar una voz.

—Al parecer está dormida, lo siento Clarisse, pero es demasiado linda —escuché musitar a alguien.

—¿Qué?

Me voltee repentinamente y mi mirada se horrorizo, alguien tapó mi boca y me arrastró fuera de la cama, claramente traté de safarme, pero era demasiado fuerte para mi.

—¡Mmmhm!

Mis intentos de gritar no funcionaron, la presión de su mano sobre mi boca era demasiada, lo único que logré fue asustarme más con su asquerosa cara tan cerca mío.

—Si hablas te juro que luego te mataré —soltó como si fuera un depredador mirando a su presa, solo se me ocurría una posible situación, y me hacía querer vomitar, aunque claro, no me dejaría tan fácilmente.

Que todo lo que me enseñó Hunter sirva de algo.

Intenté repetidas veces morder su mano para que me soltará, pero no funcionaba, mis ojos estaban a punto de soltar lágrimas, jamás pensé que me vería tan inútil y patética como ahora.

Lo siguiente que hice fue tratar de tranquilizarme, si es que eso hacía que me soltara solo por pensar que me rendí, lentamente sacó la mano y me miró esperando a que hiciera algo, solo lo mire con la cara más triste y débil que pude expresar.

—¿Ya te vas a callar, o tendré que taparte la boca, pequeña perra? —lo último lo dijo con una felicidad que me dieron náuseas, solo asentí lentamente— harás todo lo que diga, al pie de la letra, y si no, terminaré con tu miserable vida de todos modos —lo mire extrañada, supongo que tendré que actuar, aunque en estos momentos solo me gustaría dejar de existir.

—¿D-De que hablas?, ¿que quieres? —traté de hablar, pero mi voz casi no salía de mis cuerdas vocales.

—Oh vamos Bex, sé que no eres tan inocente —no se que me molesto más, si el hecho de que me haya llamado así o que el tono en el que hable sea tan vomitivo.

—N-no entiendo —apreté mis ojos, por aluna razón sentí que me iba a golpear.

—Mira zorra, deja de fingir ser tan estúpida, sé qué no lo eres —fui empujada hacía el colchón, tomó mis muñecas y las apretó, impidiendo así que pudiera hacer algo, solo podía sacudirme, haría cualquier cosa menos quedarme quieta, pero al instante sentí más dolor en mis antebrazos— ¡deja de moverte! —me quedé quieta, pero aún así no iba a permitirlo, se puso sobre mi y subió mi pijama.

Se acercó más a mi y olfateo mi cuello, como si de un perro callejero se tratase, lo siguiente que hizo fue morderme, provocando nada más que un dolor intenso en mi cuello.

Tocó  mi estómago tan agresivamente que hizo que llorará, con mis manos traté de empujarlo, pero no funcionó, esto es horrible y sumamente asqueroso.

Cerré mis ojos, no quería ver nada, hasta que en momento no sentí nada, por un segundo pensé que estaba muerta, pero no fue así, él simplemente estaba haciendo algo mucho peor que antes.

Bajó sus pantalones como si su completa existencia dependiera de eso, recordé algo y con el máximo cuidado, pase mis dedos debajo de la almohada, sacando y escondiendo aquel objeto.

El volteó su cabeza y me miró como si me suplicara que lo ayudará, pero de una forma completamente perturbadora, tomó mis hombros e hizo que me arrodillara, recordé donde empezó esta porquería.

¿Porqué Clarisse?, ¿porque siempre tienes que depender de un hombre?, te deshaces de ellos como basura, te haces la víctima por unas horas y luego la mala soy yo, siendo que lo único que trató de hacer es protegerte, algo que tú jamás has hecho por mi, solo te dejas manipular y cegar, jamás debiste ser madre.

Rebecca: Venganza Donde viven las historias. Descúbrelo ahora