Yo te amo

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Desde la antigua Grecia, el enterrar a los muertos era considerado un deber sagrado. No darle sepultura al cadáver significaba condenar al alma a errar sin descanso, y en consecuencia, originar un peligro entre los vivos pues esas "almas en pena" representaban el mal. 

Era un día de diciembre, estaba lloviznando, el cielo era gris, el aire estaba fresco pero el sol amenazaba asomarse. La lluvia era más bien como una suave brisa húmeda que solo llegaba a rociar los árboles, dejándolos más verdes de lo normal. El viento soplaba de manera sublime, como una caricia, parecía estar de acuerdo con aquel evento que se presenciaba esa temprana mañana. Luego de haber realizado previamente la ceremonia velatoria habitual, se trasladaron al panteón de los Olivos. A lo lejos, venía caminando un grupo de personas, todas vestidas de negro. Caminaban detrás de seis personas en específico, que cargaban cuidadosamente, el mayor arte que se había dado a conocer en la fiesta de las artesanías de aquel lugar.  Aunque la mayoría solo iba mirando el camino, había gente que solo iba derramando lágrimas sin saber qué rumbo tomar. 

El sacerdote, realizaba el sepelio, dejando a todos envueltos en llanto por la belleza de sus palabras y por el dolor que sentían sus familiares. Al llegar las últimas palabras del sacerdote. La calma se sustituyó por gritos de dolor y angustia de aquellas almas heridas por dicho acontecimiento. Por un lado estaba Valentina tratando de contener la rabia y el llanto, apretaba con fuerza la mano de Lupita, quien era abrazada y consolada por Panchito. Lucía, como buena madre, se encontraba del otro lado abrazando a su hija y con la cabeza recargada en su hombro, trataba de darle calma. Después de que el sacerdote terminara el discurso, comenzaron a pasar hacia el hermoso féretro a dejar las flores, algunos, tomaban un puño de tierra y la dejaban caer suavemente encima del ataúd...

Flashback

¡BOOM! Una explosión mucho más fuerte, sacudió todo el pavimento y salió por todas las ventanas del lugar. Fue tan intensa, que hizo caer a todos hacia atrás.

Jacobo, al escuchar el estruendo, de inmediato se lanzó hacia Juliana para tirarla al piso dentro de el lugar. Juliana solo volteó lentamente para ver quien la había tirado pero, entre el humo y la y el ensordecedor pitido que escuchaba en sus oídos, no lo reconoció, así que, salió bruscamente de el, incorporándose lo más rápido posible para ir en busca de Eva y de Lauren.

- ¡Lauren! ¡Lauren!

- Juliana! Necesitamos ayuda!

Juliana llegó al lugar de donde venía la voz, y se dio cuenta de que para poder salir de ahí necesitaban cargar a Eva y Lauren sola, no podía. Juliana en ese momento, decidió que iba a saltar el poste en llamas para poder ayudar a Lauran a cargar a Eva.  Así que, sin pensarlo, agarró vuelo, pero, en cuánto dio el primer paso, alguien la frenó, tomándola ligeramente del brazo y lanzandola hacia atrás, saltando en su lugar, a aquel poste que impedía a las mujeres, salir de ese infierno.

- Pero que demonios... ¿Quien eres y porque te metes en mi vida? - Gritaba mirando la escena la morena sacudiendo el polvo y sobandose su codo ligeramente. Jacobo se volvió para sonreírle y algo despertó en el corazón de la morena. Recuerdos, recuerdos de su tío Jacobo. Jacobo se volvió de nuevo hacia las mujeres agarrando con cuidado a Evangelina.

- ¡Jacobo! Por favor tenemos que salir de aquí, ¡Eva ha perdido muchísima sangre!

- No se preocupe señorita Lauren. La tengo, brinque usted primero y despues lo hare yo con mi jefa en brazos.

Lauren lo miró a los ojos negando, pero, la seguridad que le daba la mirada azul de Jacob, le dio la fuerza para brincar aquel obstáculo sin mirar atrás. Y, sin darse cuenta, Jacobo cayó detrás de ella cargando a Eva. Lo hizo de esa manera para poder tener un soporte para Evangelina, para que no cayera de lleno al piso. Así que, antes de que Lauren se diera cuenta, ya estaba en el piso junto con Juliana y con el cuerpo de Eva encima de ellas. Lauren y Juliana se dieron la vuelta tratando de, con cuidado incorporar poco a poco, el cuerpo de la ojiverde. Jacobo, sin perder más tiempo, se levantó y, de nuevo, la envolvió en sus brazos mirando hacia todos lados tratando de encontrar una salida. Juliana, a lo lejos, vio una pequeña luz. Era una luz muy diferente a la que salía de las llamas que consumían el lugar.

Mi niña Café |  Juliantina I TerminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora