Mi niña Café | Juliantina I Terminada

Mas que eso

En la cocina, el desayuno ya estaba servido pues Lupita y Panchito desayunaban muy temprano y siempre dejaban listos los lugares de Valentina y Juliana para cuando ellas llegaran a desayunar, que normalmente era más tarde.

Pero este día era diferente, porque este día, en esta época, se habían reunido mucho más recolectores que de costumbre, ya era bien sabido que, por ser Navidad, en el pueblito de Santa Ana, había comenzado la feria anual que normalmente duraba de una a dos semanas, lo que no era común y por lo que vino tanto recolector, era que este año, muchos extranjeros sin los lugareños saber por qué, llegaron a poner un puesto en la feria, por lo que, por primera vez en años, verían mercancía más allá de la exquisitez colombiana y era toda una novedad para aquellos que no tenían los recursos para salir de Bogotá. En el centro donde se colocaban los mejores puestos colocaron en las mejores posiciones a los de diferentes países y estados del mundo. También se estaban realizando concursos de los bailes típicos de aquella zona, como el del machete. Y las cantinas que rodeaban la gran plaza del centro, ni se diga, muy rápido se llenaban de hombres y mujeres vitoreando y bailando, pues en esas fechas siempre había músicos en toda la plaza. Así que era un algarabía total. Y obviamente era una fiesta que nadie se podía perder.

Es por eso que, Valentina y los demás hacendados, habían terminado con su respectiva  recolección más rápido de lo normal, por ese incentivo de la feria, ya que los trabajadores trabajaron muy duro y muy rápido, porque, después de su jornada laboral, ellos querían ir a divertirse. Y era por eso que Valentina necesitaba desayunar y salir ya, porque sabía que los trabajadores estaban esperando ansiosos, ellos conocían muy bien a la rubia y siempre era muy puntual en ello. 

Asi que, de la nada, aparecieron las susodichas antes de que Lupe y Panchito empezaran su desayuno. Lupita rápidamente les sirvió el delicioso café gourmet en en él habían estado trabajando los tres. 

Desde el dia que Panchito convenció a Lupe de comprar la hacienda en Santa Ana, vendió la maquinaria vieja que se encontraba en la hacienda y compro una chancadora de cafe. Dedicó cuerpo y alma a cuidar y mantener los cafetales y la hacienda, precisamente para que fuera próspera y creciera junto con la verdadera dueña, Valentina. 

Cuando Juliana llegó, y conoció a Valentina, sintió una conexión especial por lo que, siempre quiso ayudar a la rubia, asi que, al ir creciendo, la morena le pidió a Valentina, dejarla encargarse de supervisar la siembra, por suerte la tierra, cumplia con las cualidades únicas que necesitaba la semilla para poseer lo que tanto pedía la rubia, características agradables al paladar, como el cuerpo, la acidez, el aroma. 

Valentina, desde que era niña había mostrado el interés por el café. Desde muy corta edad se apasionaba con todo lo que le contaba y enseñaba Panchito, comenzó a diferenciar los granos con rapidez, aprendió los distintos aromas, pero sobre todo, aprendio a catar el café. De hecho, tomó un curso y se había convertido en una experta en catar el cafe, tanto era su amor por el aroma de este, que al ir creciendo, había comenzado a trabajar arduamente en crear su propio café gourmet, con el sabor y la textura perfecta, para poder empezar a promocionar su propia marca, pero para eso Valentina necesitaba comprar una pequeña tostadora industrial, pues el hombre que hacía el negocio de tostar el café, elevaba demasiado el precio y no les convenía si querían hacer su marca.

Asi que, después de mucho buscar, y al encontrar insistir, junto con Juliana y Panchito, la rubia había logrado llegar a un acuerdo con el dueño de una tostadora con las perfectas características que Valentina buscaba, pero, por necedad del viejo, aún no se concretaba la venta ya que el hombre sabía que, Valentina se iría a estudiar a Nueva York, y la compra de la tostadora sería a sobre la venta de la primera cosecha de café gourmet. Así que si la rubia no estaba ahí para supervisar, el hombre no veía garantías. Pero nuestra rubia no quitaba el dedo del renglón y estaba viendo la manera de brindarle alguna garantía a aquel individuo.