Capítulo 11

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La clase de gimnasia era, con diferencia, la que Michelle y yo más odiábamos de todas. En primer lugar, porque nuestro nivel de torpeza superaba con creces el de todos nuestros compañeros y eso llevaba a que siempre acabásemos haciendo el ridículo delante de todos y, en segundo lugar, porque debíamos vestir con el horrible uniforme de Somersby: pantalones cortos blancos que llegaban hasta las rodillas y una ancha camiseta de manga corta verde con el emblema del instituto. Michelle llevaba el pelo recogido en dos trenzas y yo lo tenía atado en una coleta alta. Estábamos sudando como cerdas.

Tocaba entrenamiento de fútbol y a ninguna de las dos se nos daba bien, así que fue un gran alivio escuchar el silbato del entrenador Taylor indicando el final de la clase.

Cruzamos el campo juntas, deseando llegar a los vestuarios para darnos una ducha bien fría. Pero entonces vi a Jason y a los demás sentados en las gradas.

—Te veo luego, Michelle —me despedí de mi amiga—. Tengo que ganarme esos trescientos pavos.

Ella asintió y yo fui hasta los chicos. Seguramente me habían estado observando durante la clase, pero preferí no pensar en ello para no sonrojarme al instante.

Corey, Ben y Jules estaban un nivel por debajo de Jason. Pensé que eso reflejaba muy bien la jerarquía dentro de su grupo, ya que indudablemente y a pesar de que fuera el que menos hablaba de los cuatro, Jason era el líder.

—La música tiene mucho que ver con las mates, pero el fútbol no, ¿eh? —comentó Jason cuando me acerqué. Llevaba su habitual chupa de cuero y esta vez se había peinado el pelo hacia atrás.

En lugar de contestar, le eché una mirada furibunda.

—No has estado tan mal, Ash —dijo Ben.

Le sonreí automáticamente. Siempre tenía algo amable que decirme.

Él me sonrió de vuelta y nos quedamos mirando durante quizá unos segundos más de lo necesario.

El chico llevaba una camiseta de Pearl Jam y unos vaqueros ajustados. Estaba a punto de comentar algo sobre su camiseta cuando Jules se me adelantó.

—Eh, ¿quieres un poco de agua?

Parpadeé, mirándola. Me estaba tendiendo una botella y tenía los ojos clavados en mí. Esperé que terminara la pregunta con algún comentario hiriente, pero no añadió nada más.

Agarré la botella, confusa. ¿Jules siendo amable conmigo? ¿Es que se había dado un golpe en la cabeza? ¿El tinte para el pelo había matado a la única neurona que le quedaba?

—¿Es agua del váter o algo así? —inquirí, desenroscando el tapón y algo recelosa. No me fiaba nada de ella.

Jules no se rio. Me miraba muy seria.

—¿Qué? ¡Puaj! Claro que no, ¿por qué iba a darte agua del váter?

—¿Quizá porque te has estado comportando como si estuvieses planeando su asesinato en secreto desde que la conoces? —intervino Corey, en tono irónico. Todos le miramos un poco confundidos—. ¿Qué? Sabéis que es verdad.

Jules puso los ojos en blanco.

—Solo estoy intentando ser agradable. ¿Puedes beberte el agua para no hacerme quedar como una idiota, por favor?

Sonreí. No tenía ni idea de a qué se debía todo eso, pero no iba a quejarme si estaba intentando llevarse bien conmigo.

Eché un buen trago de la botella.

—Muchas gracias —dije, devolviéndosela.

—No hay de qué. ¿Tienes algo planeado para Halloween?

Una chica malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora