Estaba haciendo los deberes en mi cuarto cuando escuché el timbre. Cerré de golpe el libro de biología y me levanté de la silla con tanta prisa que casi la tiré al suelo.
Sabía perfectamente quién estaba llamando y para cuando llegué a las escaleras ya tenía el corazón desbocado.
Bajé los escalones de dos en dos, decidida a ser yo misma quien abriera la puerta, pero, cuando apenas me quedaban cuatro escalones para llegar abajo, vi a mi madre recorriendo el pasillo hasta la entrada y abriendo con una sonrisa.
Al otro lado estaba Jason.
Aunque ya lo sospechaba, me quedé paralizada en mitad de las escaleras.
Y, aunque por motivos muy diferentes a los míos, la reacción de mi madre fue la misma: se quedó congelada bajo el umbral de la puerta.
—Buenas tardes, señora Coleman —dijo entonces Jason, con un tono formal que yo desconocía que supiese usar—. Me gustaría hablar con usted y con su marido.
Jason miró más allá de mi madre, hacia el interior de la casa. Su mirada se encontró conmigo y yo solo pude morderme el labio inferior. Él me guiñó un ojo.
—¡Nick, cariño! —gritó mi madre, sin separarse de la puerta y sin dejar de mirar a Jason, como temiendo que pudiese hacer cualquier cosa horrible si lo perdía de vista—. ¡Nick, ven aquí!
Escuché a mi padre refunfuñar en el salón y cómo se levantaba del sofá. En menos de un minuto ya estaba en el recibidor y, en cuanto vio a Jason, se cruzó de brazos.
—Largo de aquí, chico —le espetó.
Pero Jason no pareció inmutarse ante la hostilidad de mi padre.
—No pienso irme sin hablar antes con ustedes, señor Coleman.
—Ni mi mujer ni yo tenemos nada que hablar contigo —replicó mi padre—. No pienso repetirlo más veces: vete por donde has venido.
Mierda.
La cosa se estaba poniendo fea.
Bajé los escalones que me quedaban para llegar a la planta baja y me acerqué a la puerta, aunque mi madre no dejó que me posicionara al lado de mi padre.
—Oiga, señor Coleman, a mí usted tampoco me cae bien, pero al menos deje que me explique —insistió Jason—. ¿Me deja entrar para que hablemos tranquilamente?
No habló con desesperación, pero casi. Tuve que usar todo mi autocontrol para no apartar a mis padres de en medio y correr a abrazarle.
—No vas a poner jamás un pie dentro de esta casa —le soltó mi padre, con tanto asco que sentí un escalofrío.
No obstante, lo que hizo Jason fue sonreírle.
—¿De verdad? Porque ya he estado antes en su casa, señor Coleman —contestó, sin borrar aquella sonrisa arrogante de sus labios—. Vine a la fiesta que Ashley organizó sin su permiso. Un poco después, a mediados de octubre, vine de nuevo: me colé por la ventana del cuarto de Ashley a medianoche. Y también estuve aquí hace dos días, cuando usted y su mujer estaban en esa cena. Así que, sabiendo que ya he estado aquí tres veces, ¿qué más le da una cuarta?
Jason desvió su mirada hacia mí en cuanto terminó de hablar. Sus ojos brillaban triunfantes. Estaba convencido de que había destrozado los argumentos de mi padre y que ahora él no tendría más remedio que dejarle entrar.
Pero yo conocía muy bien a mi padre y sabía que lo que acababa de decir el chico no habría hecho más que enfurecerle. Por eso miré a Jason con horror, tapándome la boca con las manos.
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Una chica mala
Novela Juvenil«Ni tú eres tan malo ni yo soy tan buena, ¿no crees?» . . . Ashley Coleman es la hija que todos los padres del mundo desearían tener: tiene unos modales perfectos, saca unas notas excelentes (sobre todo en matemáticas), no fuma, no bebe, acude sin r...