Capítulo 21

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Y lo intenté, de veras que lo intenté. Pero me fue imposible convencer a mi padre para que me dejase pasar la noche en casa de Michelle.

Estaba tan enfadado conmigo que el domingo me obligó a subir al coche en cuanto acabó la misa y nos fuimos directamente a casa, sin saludar a nadie, ni siquiera a mi amiga ni a los Anderson.

Por eso el lunes Michelle estaba tan ansiosa por encontrarse conmigo.

—¡Cielos, Ashley! —exclamó en cuanto me vio bajar del coche de mi madre—. Parece que te tienen secuestrada o algo así.

—Eso parece —resoplé yo, echando a andar a su lado rumbo a la puerta del insti.

No coincidíamos en la clase que teníamos a primera hora, así que nos quedamos paradas junto a las escaleras. Ella tenía que subir y yo tenía que seguir en la primera planta para ir a Dibujo.

—Oye, ¿nos vemos a la hora del patio en la biblioteca? —me preguntó.

Yo acepté. Y ella desapareció de mi vista escaleras arriba.

Yo recorrí los pasillos hasta mi aula. Cualquier resto de la Ashley que había sido en las últimas semanas había desaparecido: llevaba mi aburrida ropa de siempre y un montón de cuadernos entre los brazos porque no me cabían en la mochila.

Intenté no pensar en nada mientras caminaba. Me fijé en la decoración de Navidad que estaba empezando a invadir las paredes del instituto. Cuando llegaban esas fechas siempre había un montón de actividades, como recogida de alimentos, actuación del coro de profesores cantando villancicos...

—¡Eh, Ashley! —me llamó alguien. Reconocí la voz de Jules al instante y ella corrió un poco por el pasillo para alcanzarme—. Mañana voy con Travis al cine, ¿quieres venir y...?

—Tengo prisa, perdona —la interrumpí, acelerando el paso para dejarla atrás.

Mi aula estaba ahí mismo, así que entré a toda prisa.

—¿Pero a ti qué te pasa? —escuché que replican a la chica mientras yo abría la puerta de la clase y me metía dentro.

Me senté en mi mesa sin perder ni un segundo y esperé pacientemente la llegada del profesor.

No podía hablar con Jules. Ni con ella ni con Corey, ni con Ben y tampoco con Jason.

Se había acabado. Había ganado la apuesta, ya no tenía que seguir saliendo con ellos. Me había ganado mis trescientos dólares y, además, si mi padre se enteraba de que todavía andaba con ellos haría cualquier locura para ponerle remedio. Incluso cambiarme de instituto.

Así que, un poco más tarde, en Biología, me esforcé por no. Mirar ni a Ben ni a Corey durante la explicación de la señorita Richter. Ambos debieron darse cuenta de que los estaba evitando, porque al final de la clase se acercaron a mí mesa mientras recogía mis cosas.

—Eh —me saludó Ben—. ¿Estás bien? Jules nos ha dicho que te ve un poco rara.

No contesté. Me obligué a mantener los labios pegados.

—¿Ash? —inquirió Corey—. ¿Qué pasa? Ah, ¡ya sé! ¿Has hecho un voto de silencio o algo así? Yo respeto tus creencias religiosas, pero igual es un poco excesivo no poder...

—Estoy bien —le corté—. Hasta luego, chicos.

Y, dejándoles con la palabra en la boca, salí de clase antes de que pudiesen reaccionar y decidir seguirme.

Me sentía como una fugitiva, huyendo de ellos y sin ser capaz de decirles el motivo. Pero, ¿qué iba a hacer? ¿Plantarme delante de ellos y explicarles que había querido ser su amiga por dinero y que ya había cumplido con mi tarea? ¿O les decía que mi padre no quería que me acercase a ellos porque los consideraba como mínimo unos delincuentes y unos depravados?

Una chica malaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora