Papá vendrá a mi cumpleaños

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¡Creo que me voy a desmayar! — dijo Abby, su cuerpo denotaba un cansancio extremo.

— ¡Necesito un café! — contesté, quitándome el pijama quirúrgico.

— ¿No es raro que me duelan hasta las uñas? — preguntó una Cristina, bastante confundida.

— Tengo que pasar por Lizzie a casa de mi hermana — dije y Abby levantó su mano como niña pequeña, para preguntar algo.

— ¿Sí Abby? — le pregunté, siguiendo el juego. Cristina soltó una carcajada, mientras observaba la escena.

— ¿Puedo acompañarte? ¡Hace semanas que no veo a mi sobrinita! — explicó dramáticamente.

— Claro, a ella le va encantar verte — le contesté y terminamos de cambiarnos para salir.

Unos residentes venían corriendo, los esperé antes de salir.

— ¡Doctora Shepherd! Antes que se vaya, queríamos agradecerle por dejarnos asistirla en el tumor de hoy. ¡Fue asombroso! — dijo uno de ellos.

Este grupo de chicos eran mis mejores residentes. Me enorgullecía de lo buenos que eran.

— Lo hicieron bien, ahora descansen porque mañana tendremos la craneotomía del niño de los Jahnson — les comenté y los tres hicieron una pequeña celebración.

— Simmons, mañana quiero el quirófano 3 listo — le indiqué a una de mis residentes, ella asintió y los tres desaparecieron de mi vista.

— Los tienes muy consentidos — comentó Cristina mientras terminaba su café.

— Yo quiero uno — le contesté, señalando el café — y ellos — dije señalando a los tres chicos que iban caminando en el pasillo — son buenos, tienen potencial — Abby me pasó un café.

— Nos vemos mañana ¡Diosas de la cirugía! — bromeó Cristina y se despidió agitando su mano.

— Nos vemos preciosa — le contesté y me guiñó un ojo. Abby y yo subimos a mi auto.

— ¡Vamonos ya, necesito ver a mi bebé! — dramatizó Abby y arranqué el carro.

Getaway car, sonaba en el radio y Abby comenzó a cantarla a todo pulmón. Ella era tan infantil, su especialidad era como anillo al dedo para ella.

Llegamos a la casa de mi hermana y mi princesa ya nos esperaba en la puerta con su mochila y una sonrisa.

— ¡Mamá! — gritó y corrió hacia mí, definitivamente ese sonido seguía siendo ese bálsamo para mi corazón.

— ¡Tía Abby! — también saludó a la rubia cuando la vio en el auto.

— ¡Princesita! — la saludó y se bajó para ayudarla a subir su mochila.

Mi hermana venía caminando detrás y me sonrió.

— Hola Sofi — me saludó.

— Hola Nancy, gracias por cuidarla ¿Qué haría sin ti? — la abracé a modo de saludo.

— ¿Contratar una niñera tal vez? — me contestó y nos reímos.

— Si, Bueno sabes que eso es complicado — le contesté y ella rodó los ojos.

— Ustedes y su forma rara de criar a la niña, toda médico que se respeta tiene una buena niñera — dijo y fui yo quién rodó los ojos.

— Sabes que no es tan simple — dije encogiéndome de hombros — Además, mi hija es un dulce — agregué y ella sonrió.

Por segunda vez [Sebastian Stan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora