Sé que pido mucho

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Me levanté y lo primero que hice fue chequearlo, todo seguía igual.

Fui directo al baño a lavarme la cara y asearme un poco. 

— ¿Qué diablos pasó? — escuché y mi corazón se paró. Abrí la puerta y Sebastian trataba de sentarse.

Corrí hacia él y lo detuve, primero tenían que evaluarlo. Me vio sorprendido y luego volvió a recostarse.

— Espérame, voy a llamar a una enfermera — le dije, él no dijo nada.

— ¿Quién eres? — me preguntó y yo volteé inmediatamente a verlo.

— ¿Qué? ¿Cómo? ¿No me reconoces? — le dije,  mis ojos se comenzaron a llenar de lágrimas.

— Lo siento... mal chiste — dijo y comencé a llorar.

— ¡No seas idiota! — le dije y salí de la habitación.

Fui a buscar una enfermera, le pedí que llamara a mi hermana. La enfermera asintió y se dirigió en su búsqueda.

¿Cómo se atrevía a jugar con esto? Era un maldito idiota.

Mi hermana llegó de inmediato y entró a la habitación a evaluarlo, le hacía todas las pruebas para revisar sus funciones neuronales y ambos sonreían. Mi pecho sintió un calor abrazador. Me alegraba que todo parecía estar bien.

Amelia caminó hacia mí y me sonrió.

— Logré que mi sobrina no se quedara huérfana de papá, estoy arriba en el podio de los tíos favoritos — me dijo y la abracé.

— Por cierto, dice que vayas con él — me dijo,  me negué.

— ¡Tú prometiste que si despertaba no ibas a dejarlo escapar de nuevo! — me dijo, yo me encogí de hombros.

— ¿Te dijo lo que hizo? ¡Casi me desmayo, es un imbécil! — le dije y ella se carcajeo.

— No seas cobarde, sabes que su bromita de amnesia no es la razón por la que estás aquí — me dijo, la vi mal.

— Los Shepherd a veces somos unos cretinos — me dijo y me dejó sola.

Vi como las enfermeras acomodaban a Sebastian en su cama y revisaban sus niveles de todo.

Luego vinieron unos residentes a tomar muestra de sangre.

Lo vi y me hizo señas para que entrara, Amelia tenía razón. Su broma me enojó, pero esa no era la razón por la que seguía aquí.

Caminé hacia la habitación y me quedé en la puerta.

— Lo lamento — me dijo y me vio preocupado.

— No tienes una idea de las semanas que he pasado. Y tú vienes con tu maldita broma de amnesia ¿Qué te pasa? — le dije y sentí como las lágrimas inundaban mis ojos.

— Sofi... — me dijo y lo interrumpí.

— ¡No! Ahora vas a dejarme hablar — le dije y él me vio atento — no me perdiste, nunca me has perdido. Yo te sigo amando, sigo necesitándote todos los malditos días, sigo soñando contigo y sigo pensando en que fuimos idiotas al separarnos. En las últimas semanas sentía que me moría sin ti. Me importan un carajo los paparazis, los fans, las entrevistas, los chismes, los eventos y toda esa basura. Mi hija y yo no podemos dejarte ir de nuevo. Yo te amo Stan — le dije y él se quedó callado viéndome.

— Puedes acercarte un poco, no puedo moverme — me dijo, y caminé para ponerme justo al lado suyo. Tomó mis manos entre las suyas.

Lo vi a los ojos y me armé de valor para lo que estaba a punto de pedir.

Por segunda vez [Sebastian Stan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora