Las despedidas son cada vez más dolorosas

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A la mañana siguiente un agudo dolor en la cabeza me despertó. Me moví un poco, pero unos fuertes brazos me envolvían, quise acomodarme de nuevo para intentar dormir. Pero en ese momento tocaron a la puerta.

— ¿Papá? — escuché a mi hija del otro lado y me puse nerviosa, claro que yo no iba a abrirle la puerta a mi hija. Entonces golpeé a Sebastian y él gruñó.

— ¡Stan! — le dije en un susurro y él solo me sonrió y me besó en la frente.

— ¡Despierta! — le dije y él se quejó.

— Vamos a dormir cinco minutos más... — me dijo y lo sacudí.

— Okey, okey, ya estoy despierto ¿qué sucede preciosa? — me dijo y me sonrojé.

— Lizzie está del otro lado de la puerta... — le dije y abrió los ojos.

— Pues ábrele — me dijo y lo vi frustrada.

— oh, claro ahora voy ¡Y que vea a sus papás completamente desnudos y compartiendo la misma cama! — le dije ya un poco histérica y entonces su cerebro reaccionó a la situación.

Se levantó rápidamente y buscó su pijama, yo también me levanté, pero no iba a ponerme la lencería con la que estaba ayer. Así que fui al closet de Sebastian y busqué algo para ponerme, encontré una playera azul y unos boxers grises. Me los puse y me metí al baño.

— ¿Qué haces? — me dijo y me escondí en la regadera.

— No quiero que me vea aquí, ella puede confundirse y pensar cosas que no son — le dije y él me vio serio.

— ¿Y qué es esto? — soltó y lo vi seria.

— ¿Qué estamos haciendo? — siguió interrogando.

— Ahora no... ella espera que le abras la puerta. Ve a ver que necesita — le dije y se dio la vuelta para dejarme sola.

Me quedé sentada en la ducha y sus preguntas, más la resaca del vino, golpeaban mi pobre cabeza.

No sé cuánto tiempo pasó, pero Stan volvió a entrar a la ducha y me vio serio aún.

— Ya se fue, ella solo quería saber si yo sabía dónde estabas — dijo y asentí, me paré para salir de ahí.

Salí de su habitación y me fui a la mía para ponerme mi propia ropa.

Fui a la habitación de mi hija y ella no estaba. Bajé a la cocina y escuché a mi hija platicando animadamente con Daysi.

Saludé a ambas y Daysi me sirvió el desayuno. En ese momento Stan también bajó y nos saludó a las tres.

Desayunamos en silencio, sentía la tensión y esta vez no era una tensión sexual. Era una tensión conflictiva, me sentí tan incómoda que al terminar mi comida me disculpé y subí a mi habitación.

Cerré la puerta con seguro y busqué en mi maleta pastillas para la cabeza. Me tomé una y me recosté. Automáticamente comencé a llorar.

...

Mañana nos íbamos, era un hecho. Mi hija y su papá disfrutaron de su último día juntos, yo me inventé un dolor de cabeza para no acompañarlos. Desde nuestro intento de discusión, él se había alejado completamente de mí. No me sonreía y tampoco buscaba el contacto. Si yo estaba cerca, su humor cambiaba notablemente y yo no soportaba su indiferencia.

Tocaron a la puerta y caminé para abrirla, no había nadie más en la casa.

Cuando la abrí una mujer rubia y bastante joven estaba detrás de ella, me vio detenidamente y su semblante relajado se endureció.

Por segunda vez [Sebastian Stan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora