¡No puedes dejarnos!

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Sentí una punzada en mi cabeza, eso hizo que me levantara. Abrí los ojos y mi mamá estaba al lado mío sentada, pude notar que estaba canalizada y tenía una bata de hospital.

— ¿Y mi hija? — pregunté, mi madre me vio con una sonrisa cálida.

— Está en casa de Nancy — dijo y recordé porqué estaba ahí.

— ¿Sebastian? — pregunté con miedo, temía que la respuesta fuera devastadora.

— En cirugía. Tus hermanos, ambos, están operándolo — dijo y comencé a llorar.

— Mamá no quiero que muera — le dije y ella se levantó de su silla.

— Tus hermanos no van a permitirlo — dijo y acarició mi cabeza.

— Es mi culpa — dije en un hilo de voz y en ese momento entró Abby.

— ¿Cómo está? — le pregunté y ella me vio con mala cara.

— Pararon la cirugía, descubrieron una hemorragia que no se vio en los primeros estudios. Tienen que hacerse cargo de eso antes de proseguir con la cabeza y su espina — dijo y me incliné hacia un lado de la cama para vomitar.

Unas enfermeras entraron enseguida y limpiaron el desastre.

— Debes calmarte, todos están en el caso — dijo y lo único que hacía era llorar por la frustración.

— ¿Mi hija lo sabe? — pregunté y ambas negaron.

— Creímos que tú querrías hablar con ella — me dijo mi madre y negué llorando.

— No puedo decirle que es mi culpa, que si su papá se muere fue porque yo hice que se fuera en la noche — les dije a ambas y me vieron sorprendidas.

— ¿Lo echaste de tu casa? — me preguntó Abby y eso solo me hizo sentir más culpable.

— Me dijo que lo intentáramos, que me amaba y yo lo rechacé, él me dijo que no podía seguir en la casa y se fue. Pensé que se iba a un hotel, no que regresaba a New York — les conté a ambas y ellas me vieron asombradas.

— Mamá yo lo amo, no quiero que se muera —  dije y ella me abrazó, mientras yo seguía llorando.

A mi habitación entró Amelia y me vio preocupada.

— ¿Qué tan malo es? — le dije y ella dudó, vio a Abby y a mamá para ver si ellas la autorizaban a hablar.

— ¿Qué tan malo es? Y no me mientas — le dije y ella se acercó a mi cama.

— Sophie, aunque corrijamos la lesión en la columna y quitemos el coágulo que se formó en su cabeza — dijo y sentí como todo se terminaba.

— Sabremos qué tan malo fue hasta que despierte — dije y ella asintió.

— Además no vimos un hemotórax al principio, pero Yang se hace cargo de eso — me dijo.

— ¿Cómo le voy a decir eso a mi hija? — las vi a las tres, tratando de obtener respuestas.

— Creo que voy a darte un sedante amiga, necesitas descansar — me dijo Abby y me negué.

— Quiero estar consciente, por cualquier cosa — les dije y ellas asintieron.

Las siguientes horas fueron terribles, llevaba más de 12 horas en cirugía.

— Tengo que hablar con mi hija, no quiero que se entere por las noticias — le dije a mi mamá y ella me pasó mi teléfono.

<Aló>  Contestó mi niña y comencé a llorar.

<Hola mi cielo ¿Cómo estás?>  Le pregunté y ella soltó una risita al otro lado del teléfono.

Por segunda vez [Sebastian Stan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora