¿Tienes que irte?

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La luz del sol sobre mi cara hizo que abriera los ojos, fue difícil pero cuando logré ver claramente mi entorno sentí un dolor punzante por varias partes del cuerpo.

Mi cabeza subía y bajaba pausadamente, hasta ese momento fui consciente de en dónde me encontraba recostada. Él se veía precioso, tan calmo y sereno, su pecho era el lugar más cómodo del universo en ese momento. Su calor corporal hacía que mi cuerpo se relajara instantáneamente.

Sus fuertes brazos me tenían capturada, mis piernas y las suyas estaban enredadas de manera desordenada, era un pequeño recuerdo de todo lo que había sucedido una noche antes. Traté de moverme lentamente, no quería despertarlo.

Una vez fuera de mi cama vi la hora, eran las nueve de la mañana. ¿Hace cuanto no dormía tanto? ¿Lizzie ya habrá despertado? Con ese ultimo pensamiento, me preocupé un poco.

Busqué algo para ponerme encima, fui consciente de las pequeñas marcas en mi piel. Me reí, no iba a negar lo satisfecha y contenta que estaba. ¿Quién no está contenta después de una buena sesión de sexo?

Ya en el baño, me lavé la cara y traté de arreglar mi aspecto. Al salir comencé a recoger aquí y allá el desastre. Tan metida estaba en mis pensamientos, que solo fui consciente de mi alrededor, cuando unos enormes brazos rodearon mi cintura.

— ¡Buenos días! — escuché su ronca voz mañanera y sentí un beso en mi espalda.

— Buenos días — contesté y me volteé, analicé la situación y opté por besar su mejilla.

— ¿Te duchas conmigo? — preguntó inocente, me reí y negué. No iba a poder evitar caer de nuevo en sus brazos, lo estaba desando.

— Tu hija va a despertar en cualquier momento, debemos arreglarnos rápido — me justifiqué y él se acercó para alcanzar mis labios y atraparlos con los suyos. Un delicioso beso por la mañana.

Aprovechó mi debilidad y me jaló con él a la regadera, mi resistencia cayó. Me dejé hacer.

— Te voy a dar un delicioso mañanero — ¿Quién era yo para negarme a eso? Me reí y entré con él a la ducha. No pasó mucho tiempo para que me tuviera gimiendo y temblando debajo de él. Agradecía la buena condición física que tenía, puesto que era más fácil manejarme a su antojo. Básicamente él hacía todo el trabajo, yo solo me dedicaba a disfrutar de sus caricias.

Fue rápido, sensual y muy ruidoso, llegamos al clímax casi enseguida, estábamos muy calientes.

Luego él se dedicó a bañarme, literalmente no moví ni un solo dedo.

Salimos del bañó y se despidió de mí para ir a su habitación y cambiarse. Le sonreí y me sonrió.

— Vete y yo me encargo del desayuno — dije dándole un pequeño beso en los labios, sus labios eran adictivos.

— ¡Sí señora! — me contestó y comenzamos a reírnos.

Ambos salimos de la habitación y entonces escuchamos una risita en el pasillo.

— ¡Buenos días! — una bastante animada Elizabeth nos observaba sonriendo, pude notar un sonrojo en las mejillas de Sebastian, supuse que yo estaría en peor condición.

— Buenos días princesa — le contestó él y se acercó para besar su mejilla. Ella solo soltaba risitas divertidas.

— ¿Tienes hambre mi amor? ¿Me ayudas con el desayuno? — le dije y ella asintió feliz. Caminó para tomar mi mano y ambas bajamos a la cocina.

Elizabeth propuso hacer "hot cakes", porque eran los favoritos de su papá. Puse el café y preparamos la masa.

Ella se ofreció a cortar en trocitos un poco de fruta e hicimos una gran torre de hot cakes para los tres. Sebastian entró a la cocina y besó a su hija en la frente, luego me vio y sonrió.

Por segunda vez [Sebastian Stan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora