08 - ¿Gun?

145 36 3
                                    


Mark entró a su departamento, haciendo silencio al notar que no había ninguna luz encendida, que no se escuchaba ningún ruido.

Miró a la cocina para encontrar todo tal como lo había dejado, en la mesa del comedor no había rastro de que alguien la había utilizado.

El lugar estaba tranquilo, demasiado.

—¿Gun?— llamó el pelinegro, en su pecho, la idea de que se lo habían llevado, de que lo habían encontrado, creció y se convirtió en miedo.

Arrojó el bolso de la universidad al suelo, lanzando las llaves a la mesa, mientras un "No" murmurando se repetía en sus labios.

Entró a su cuarto, para de nuevo encontrar todo tal y como lo había dejado, al menos los primeros segundos, hasta notar las sábanas desordenadas y el bulto que se escondía debajo de estas.

—Gun...— se acercó a paso acelerado a la cama, levantando las sábanas con brusquedad.

El olor a tristeza y melancolía, que tapaba el olor propio del chico, lo golpeó como si fuera una cachetada.

El omega se irguió en la cama para intentar tomar las sábanas, pero Mark las arrojó al suelo al ver lo que quería.

—¡Gun! ¿Qué...? ¿Has hecho un nido?

El omega no contestó, sin siquiera mirarlo, se volvió a girar para volver a abrazar la almohada, dándole la espalda mientras escondía el rostro en la misma.

—Gun, yo...

Mark esperaba a que el otro dijera algo, no sabía cómo reaccionar.

Dentro de su pecho, su lobo estaba preocupado.

De nuevo, se dio cuenta de cómo Gun podía hacer volver su subconsciente animal.

Él no sabía cómo actuar, y su lobo interior le pedía tomar el control.

Decidiendo hacerle caso a su lobo, por primera vez en mucho tiempo, tomó a Gun por la cintura, alzandolo un poco a tiempo que este soltaba la almohada para forcejear con él para que lo liberara.

Mark se sentó en la cama, haciendo que Gun se acomodara sobre sus piernas.

Quedando frente a frente, Mark acomodó al omega para que este apoyara el rostro en su pecho, y él llevara los labios entre el cuello y el hombro del menor, el lugar donde, algún día, habría una marca de mordida.

Aún con el collar entre medio, el gesto logró calmar a Gun, era un punto bastante sensible para los omegas, donde se conectaba más, de una forma física, a su lobo interior.

Y Mark lo había aprendido con el libro de cómo tratar a omegas que creía casi inútil.

A pesar de que tenía lo que quería, Gun no quería disfrutarlo, no quería conformarse con la idea de que eso era solo momentáneo, y que dentro de un rato, Mark volvería a ser el idiota que lo había lastimado horas antes.

Aunque su lobo se sintió un poco más consolado.

—Lo siento, Gun.— dijo Mark, apenas despegando los labios de donde estaba —Como siempre, hago las cosas mal.

Gun no dijo nada.

—Lo único que hice bien fue llevarme un cachorro asustado de un callejón mugriento.

El comentario logró sacar una sonrisa en Gun.

Mark acarició los cabellos, de ese color rubio cálido, bastante suave del omega, notando que estos estaban grasosos.

—No te has bañado desde que llegaste, ¿No?

Gun continuó sin hablar, Mark ya sabía la respuesta.

DELTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora