31 - El chisme.

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Mark estuvo inquieto todo el camino, pero no fue sino hasta que estuvieron a un kilómetro de distancia que comenzó a sentir el llamado en su pecho.

Un aullido bajo, lleno de pena.

Sabía que no era su lobo, y que era de Gun.

Al entrar a la casa no vió mucho más allá de la puerta de la sala, importándole muy poco el mundo.

Podía sentir el olor de Gun, cerca, fuerte.

Se olvidó de todo, del dolor de su cuerpo, o de su cabeza, su cansancio pareció desparecer, solo recordó el gruñido que le había dedicado a otro chico que olía un poco a Gun, pero no le dió importancia.

Tenía que ir con su omega.

Pareció que hubiera estado ciego todo el camino hacia aquella habitación, porque no fue sino hasta que vió la cama, y el bulto en esta, que reaccionó.

Sus ojos se aguaron.

—Alfa...

Mark se apresuró, casi corriendo hacia la cama, hasta subirse en ella, y en un movimiento rápido, tomando el cuerpo de Gun, abrazándolo con fuerza contra sí.

Mark lloraba, de alivio, de alegría.

Llevó su nariz hasta el cuello de Gun, aspirando su dulce olor.

El omega hizo lo mismo, con las mejillas húmedas y una sonrisa, frotando su rostro en el cuello del pelinegro, dejando pequeños besos, embriagándose en su aroma.

Gun dejó de sentir frío, calentándose con la presencia de su alfa y su abrazo, como si de una estufa se tratara.

Gun rió un poco, con alegría, y eso hizo sonreír al otro.

Mark se apartó un poco para mirar su rostro, su sonrisa, sus ojos, besó su frente, sus mejillas, su nariz y sus labios, con gusto algo salado por las lágrimas, pero lleno de felicidad.

Las manos de Mark bajaron al cuello de Gun, preguntando con la mirada.

—Sí.— dijo, con seguridad —Sí, por favor...

Mark dejó un casto beso en sus labios antes de mirar la curva entre su cuello y hombro, libre, ya sin ningún collar en el medio, dejó un par de besos hasta llegar allí, quería darle el cariño que se merecía y hacerlo suyo al mismo tiempo, abrió su boca, acomodando sus caninos sobre la piel.

Sintió a Gun tomar aire, buscó su mano y la apretó, al mismo tiempo que enterraba sus dientes en el omega.

Escuchó un jadeo, con algo de dolor en él, sostuvo su mano más fuerte, el sabor metálico de la sangre lo hizo asquearse un poco.

Pero por fin estaba pasando, y no podía sentirse mejor, la felicidad tapó ese sabor.

Sus corazones comenzaron a latir al mismo ritmo, sus pechos se llenaron de la mezcla de emociones, de alegría, de alivio, de paz, de amor, de ambos.

Mark desenterró sus dientes, lamiendo varias veces la marca, hasta que ésta dejó de sangrar.

Miró a Gun a los ojos, tomando las sonrojadas mejillas, amando su sonrisa, dándole una, besando sus labios con intensidad.

Ahora compartían todo, ahora estaban completos, sus miradas lo confirmaban, y la marca del lazo también.

—Te amo.— declaró Mark, sintiendo en su pecho tanto su amor, como el sentimiento correspondiente de Gun.

—Te amo.—repitió el omega.

Aún segundos después de que aquel pelinegro entrara al cuarto de Gun Noppanut, Boun seguía en el mismo lugar, sin saber porqué ese gruñido lo había intimidado tanto.

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