00 - Emus Maximus

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—¿Escuchaste del último de los hijos de los Na Ranong? ¿Gun?

—Neen, obviamente que lo escuché, ¿Crees que vivo en una cueva?

—Ohhh, Eye, siempre tan mala onda. Pero en serio, ese Gun me trae fascinada.

—No eres la única.

—Digo, un lindo y adorable omega, que además, es un cambiaformas. ¿No es la cosa más linda y especial que has escuchado?

—A ver si mueves tu culo de la máquina, castaña estúpida.

Ambas jóvenes miraron al muchachito pálido, el flequillo de su pelo negro tapaba parcialmente sus ojos.

Las dos chicas hicieron una mueca de confusión, no habían sentido un mínimo olor de la presencia de aquel chico.

Neen rodó los ojos, separándose de la máquina expendedora donde estaba apoyada, tomando la mano de Eye, las dos betas se fueron, caminando apresuradamente por el pasillo de la universidad.

Mark por fin pudo pedir su gaseosa a la máquina, disfrutando el silencio que había provocado la ausencia de las dos chicas.

En verdad, él había escuchado acerca de ese caso tan especial llamando Gun Napat; siendo un joven omega, ya era bastante especial, pero no fue conocido hasta hace unos días, cuando el mundo se enteró que el chico de diecisiete años era un cambiaformas; pasando de ser un muchacho enano a un lobo blanco.

Por muchos años, se creían a los cambiaformas como un mito, algo propio de las películas de Hollywood.

Claro que Mark tenía tanto interés en ese tema como le importa hablarle bien a la estúpida de Neen.

Un menos diez porciento, para ser más exactos.

Con su refresco en la mano, volvió a la biblioteca, lugar donde se dedicaba a hacer las únicas dos cosas que hacía en la universidad: estudiar o dormir. Aunque siempre tuvo la costumbre de hacer la segunda cosa.

Dejando a sus pies la lata media vacía, se acostó en el sillón del fondo de la biblioteca.

La bibliotecaria era una joven alfa de poco más de dieciocho años que sabía de las siestas de Mark, pero no lo molestaba en absoluto, por otro lado, despertaba al chico cuando un profesor o el mismo director entraba para corroborar el buen uso de la biblioteca; por esa razón, el pelinegro dormía con un libro en entre las manos, así que cuando se despertara, solo fingirá leer.

—Buenas tardes.— saludó Mark a la pelirroja tras el largo escritorio.

Él podía considerar a la joven alfa como la persona que más apreciaba en toda la universidad, y la única a la que elegiría como amiga si tuviera algún interés en hacer uno.

—Hola, Siwat.

A pesar de que la chica sabía su nombre, Mark nunca se había molestado en fijarse el nombre de ella ni en la placa en su pecho o en la que descansaba sobre el escritorio.

En su cómodo trono, se echó la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos y dormir.

Rápidamente, la oscuridad de sus párpados se transformó en la de una calle, las luces públicas apagadas, las casas en total oscuridad e incluso los semáforos sin sus colores le dijeron del corte de luz.

Se vió caminando por las calles, rumbo hacia su casa, cuando una sensación muy fuerte lo inundó.

Tenía que encontrar algo, urgentemente.

Algo que era suyo.

Su algo estaba en peligro.

El rumbo a casa quedó olvidado y comenzó a caminar hacia el lado contrario; corriendo cada tanto.

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