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Sinceramente no quería irme con la familia de ricachones que había estado conociendo éste mes, no quería que los trámites de adopción llegaran a su fin, porque eso significaba un nuevo comienzo, cosa que yo no quería, iba a tener un remplazo de mi madre que no quería, porque si no era la mamá que había perdido hace unos años, ya no quería nada. Empacaba mi ropa de mala gana, intentando que quedara lo más prolija posible a pesar de mi mal humor, saqué una pequeña foto del bolsillo de mi campera y me dediqué a observarla. Mi madre posaba para aquella foto con su sonrisa característica de ella, con sus dientes rectos y blancos, sentado en su regazo me encontraba yo, sonriendo de igual forma. Subí mi mirada a la parte superior del papel donde se hallaba ese pequeño recuerdo, me encontré con el borde de un papel roto, suspiré al recordar quién se encontraba en ese pedazo de la foto.

La puerta se abrió y me sacó de mis pensamientos, mi primera reacción fue guardar la foto nuevamente en ro lugar de donde la había sacado.

—Joven Lee, los Seo lo están esperando para ir a su nuevo hogar —dijo de una manera cortante la empleada de aquella prisión, o al menos para mi, ese lugar era una cárcel.

—Enseguida bajo, estoy terminando con mi maleta —hizo un leve movimiento de cabeza y salió de la habitación dejando la puerta entornada,  ¿Por qué no cerraban la puerta tal como están antes? Mi mal humor solo aumentó, me acerqué de mala gana y la cerré un poco fuerte.

•◇◆◇•

—¿Qué te gusta hacer, Felix? —me habló por primera vez en todo el viaje la mujer sentada en el asiento del conductor.

—Me gusta leer —respondí de una forma seca, quería que notaran las pocas ganas que tenía de hablar, pero parece que no lo hicieron.

—A mi hijo le gusta mucho dibujar, solo lee de vez en cuando, espero se lleven muy bien —dejó ver sus blancos dientes esbozando una gran sonrisa de oreja a oreja. Solo me limité a asentir y mirar por la ventana.

No pasaron ni diez minutos cuando la camioneta en la que iba se detuvo frente a una hermosa reja negra rodeada por un arco color blanco perfectamente limpio. La mujer apretó un botón que adornaba como un llavero sus llaves, la reja comenzó a abrirse de par en par hasta dar paso al vehículo a un campo lleno de verde, adornado por árboles y arbustos con forma redonda que tenían pequeñas flores en el. Todo estaba tan bien cuidado que parecía pintado en un cuadro.

Pasamos por una fuente hasta detenernos frente a una enorme casona blanca con adornos grises que le daban un toque elegante, era realmente grande.

Un botones se acercó hasta la parte trasera de la camioneta y sacó mis maletas, era increíble, ¡¿Hasta tenían un botones?!

—Yo puedo con eso —me acerqué con la intención de quitarle mi equipaje pero la voz de un hombre me interrumpió.

—Deja que el lo haga, Felix —dijo el señor Seo mirándome.

Gruñí por lo bajo pero mejor decidí obedecer, no el gustaba que hicieran las cosas por mi, podía hacerlas por mi cuenta.

Entramos a la mansión y lo primero que vi fue el suelo brillante de mármol, era hermoso, combinaba con el blanco de las paredes h los muebles de madera oscura con adornos dorados. Arriba había un florero alto y blanco con Rosas que opacaban el color claro de la pared. A su lado un pequeño cuadro con una foto de un niño de al rededor de unos seis año sonriendo, con la boca manchada de chocolate llamó mi atención, y la mujer pareció notralo.

—El es nuestro hijo —sonrió la señora Seo— Era muy tierno ¿verdad? —la miré y comprendí que ya no era un niño pequeño, así que debía lidiar con un hermano de más de seis años.

—¿Cuantos años tiene? —pregunté volteandola a ver.

—Cumplió veintiuno el mes pasado. Ésta foto es un recuerdo de cuando fuimos a la casa de mis padres por primera vez de vacaciones con el, ellos viven en Busan —me explicó y yo solo le respondí con un movimiento de cabeza.

La rosa en el jardín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora