8

26 7 0
                                    

Miraba la navaja en la mano de la persona frente a mi, de inmediato supe que debía dejarlo ir con mis cosas. Changbin idiota, esto es todo su culpa.

No tenía teléfono, nunca tuve uno, mi madre no podía comprarme uno, y era muy pequeño en ese entonces, y  en la calle nunca se me dio la oportunidad de comprar, apenas y si podía comer cosas robadas. No tenía medio de comunicación.

Espero que se den cuenta de mi ausencia y castiguen a ese desgraciado por dejarme tirado mi primer día en ésta parte de la ciudad sin conocer ni la calle en la que estoy.

—Está bien, te puedes llevar las cosas —levanté mis manos simbolizando que me rendía, a lo que el retrocedió unos pasos y se largó a correr. No fui tras el.

Suspiré pesadamente, ahora me había quedado sin agua.

Decidí volver a la escuela, fue algo difícil pero a los minutos me acercaba al edificio y vi la camioneta de la familia Seo, me sentí aliviado y entré rápidamente. Al llegar a la oficina del director di tres toques a la puerta y esta se abrió.

—¡Felix! —exclamó la chillona voz de la mujer que ahora sería mi madre y antes de que pudiera reaccionar me rodeó con sus brazos y me apretó contra su pecho—. ¡Que susto nos diste!

—Lo siento —le respondí.

—Changbin me dijo que no quisiste volver con el y te fuiste caminando ¿Ocurrió algo? —inmediatamente dirigí mi mirada al chico sentado en la silla, este me la devolvía retadoramente.

—Verá, Señora Seo, no es que yo no quise ir con su hijo, si no que el no quiso ir conmigo y me dejó tirado en la puerta de la escuela —la mayor volteó a su hijo, por su cara parecía ser algo que el sería capaz de hacer, por lo que seguramente sabía que decía la verdad.

—En casa vamos a hablar, Seo Changbin —le dijo firmemente.

•◇◆◇•

Entramos a la gran casona y el Señor Seo nos recibió con una sonrisa en el rostro.

—¡Felix! Estábamos muy preocupados, que suerte que apareciste —me revolvió el cabello, cuando quitó su mano me lo arreglé mirándolo algo serio, pude ver como la mujer se llevaba a Changbin arriba, y después de varias horas, sonreí satisfecho.

—Por cierto, me robaron la mochila —le hice saber al hombre frente a mi.

—Oh, no te preocupes, te llevaré a comprar nuevas cosas para la escuela —me sonrió amablemente.

Detestaba tener que depender de su dinero, pero debía fingir por un tiempo más que estaba contento ahí, tal vez así me dejarían en paz.

La rosa en el jardín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora