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Todo se había calmado, había perdido a aquel hombre, y pudo comer toda la hamburguesa, que lo llenó más de lo que creyó. Consumía bastante comida chatarra, era la que la gente más compraba y dejaba restos por todo lo que los llenaba, y como si sus estómagos fuesen inmensos, se pedían un plato de comida bastante grande.

—¡El, el es el niño que me robó oficial! —Dijo un hombre a mis espaldas. Miré hacia atrás y me encontré con el señor que comía la deliciosa, y grasienta hamburguesa que yo le había robado para poder tener al menos algo en el estómago, y junto a el, había un oficial de policía.

—¿Está seguro? —interrogó el oficial.

—Sí, más que seguro. Mire, aun tiene las manos manchadas por lo que me robó —quería decirle, gritarle porque había robado su comida, que no había sido por simple gusto y satisfacción, si no para sobrevivir. Pero no, como ellos no llevaban la vida que yo y tenían suficiente dinero para comprarse comida y hasta darse gustos, no se ponían a pensar ni un poco en como era vivir en la calle, pasar frío cada noche, y cuando tienes dinero, que alguien te lo robe, o con la comida, que un perro de la calle se la coma frente a tus narices, no les importaba nada.

—Señor, déjeme explicarle, por... —no pude terminar ni de articular mi última palabra en cuanto el policía me tomó del brazo y agregó:

—Lo explicaras en la comisaría, cuando hablemos con tus padres.

•◇◆◇•

Mis piernas se columpiaban de adelante hacia atrás, ya que mis pies no lograban llegar al suelo. Estaba sentado en la Sala de espera de la comisaría, trataba de lograr que creyesen que lo había hecho para poder tener energías, pero era en vano. El señor insistía en que yo tenía papás que me podían mantener.

El policía que me trajo aquí salió y se acercó a mi mirando unas hojas que tenía en sus manos, las cuales, se ocultaban a la vista del que esté frente a el, por una carpeta roja. Se agachó frente a mi y se dispuso a hablar.

—Disculpa, niño... ¿Como se llaman tus padres? —me miró esperando una respuesta.

—Mi madre se llamaba Lee Sunhee —respondí mirándolo fijamente.

—¿Y tú padre?

—No lo se, no lo conocí. —desvié la mirada a mis manos y mis dedos comenzaron a jugar entre ellos.

El oficial se puso de pié, un suspiro pesado dejó sus labios y volvió por la puerta de la que salió. Recordaba cada descripción que mi madre me había dado de mi padre, cuando nací, el simplemente se fue y nunca volvió, no sabía si estaba vivo o muerto.
Mi mamá siempre había sido mi soporte para seguir adelante, ella siempre me decía que era muy delicado, como una rosa, esa frase siempre había sentido que me quedaba bien, podré verme frágil, como cada pétalo de esa flor, pero si me arrancas, tengo espinas que pueden dañarte, no soy como todos creen.

El oficial volvió a salir y se acercó a mi nuevamente.

—Bueno, pequeño... El señor retiró sus cargos al comprender tu situación, pero ordenó que te quedes en un orfanato —volví mi vista a el ¿Un orfanato? Claro que no, no pensaba poner un pié en un lugar así.

—No pienso ir, señor.

—Es una orden, no puedes decidir, te llevaré al mejor orfanato ésta tarde, allá podrás bañarte, comer, jugar, y aprender... No tendrás que preocuparte por ganar dinero o robar comida como vienés haciendo.

—Bien —gruñí por lo bajo y asentí, no me quedaba otra opción que aceptar, pues no me dejarían elegir otra cosa.

Perdonen la inactividad, ya estoy de vuelta 💛✨

La rosa en el jardín Donde viven las historias. Descúbrelo ahora