Capítulo IV: Fuego de codicia.

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Aquí vamos de nuevo, pasa una y otra vez y ya no sé qué hacer. Siempre termina igual, da lo mismo al final. Nadando entre sombras mi propósito era claro, con rabia y dolor de la oscuridad parecía haber escapado. Ahí estabas de frente, temerosa y confundida, no me veas así, solo quiero ayudarte, si no te lo digo ahora...

De repente se levantó jadeando, con la respiración agitada, entre sábanas despertó bruscamente corrió al escritorio de la habitación. Un lápiz preparado, con un papel en blanco en la otra mano.

– ¡Bien, bien, ya lo tienes, ya lo tienes! – se recordaba el joven apresurado. El primer tacto entre el papel y el grafito, deslizó con un pulso tambaleante el inicio de una palabra incompleta "L........." escribió arrastrando el lápiz, desde el papel hasta el escritorio; Así como vino a su mente, así lo abandonó.

Abatido por su propia conciencia, yacía escondido entre sus brazos, sobre el escritorio, entre anotaciones y fotos, un joven de pelo... y tez blanca.

...

Un nuevo día había comenzado. Saliendo de su habitación, la joven gata dio un somnoliento bostezo mientras frotaba con fuerza sus ojos, sobre esforzándose para dirigirse a la sala y que el peso de su cuerpo no la deje caer de cara sobre el sofá o la alfombra, Val quiere darles los buenos días a un joven peli blanco, que por alguna razón, no apagó los faroles de la sala durante el transcurso de la noche.

– ¡Buenosss...!– se detuvo sorprendida, al ver el escritorio de Ángel en un rincón de la sala. Acercándose con curiosidad al escritorio, la peli morado se pregunta temerosamente confundida – ¿y-y...y esto? – el esquema del joven humano se había expandido demasiado.

Se trataba de un gran esquema de mapas y fotos tomadas a larga distancia, ya sintiéndose un tanto incómoda, empezó a asustarle el hecho de quien se trataba las fotos. Una joven de tez morena en gran mayoría, a veces acompañada de una bruja de tez pálida; de larga y abundante cabellera, sin mencionar su rasgado vestido rojo. La cabeza de Val no procesaba bien lo que estaba presenciando y ya se le veía muy perturbada.

El silencio fue roto por desliz de la puerta de piedra. El joven de pelo y tez blanca entró de un salto asustando a la joven; y con algo de prisa, el chico deslizó la piedra en sentido contrario a las manecillas del reloj, la misma piedra que yacía a un lado de la salida del refugio. Al cerrarse la puerta el joven respiró y se recostó de la salida del refugio.

–Valla ahora lo he visto todo... te levantaste temprano– dijo el joven tras cerrar la salida del refugio, en un vacío tono del cual no resaltaba el sarcasmo. El reloj-demonio marcaba las doce, lo que podría considerarse "temprano" para la joven gata.

– ¿Á-Ángel... que es todo esto? – preguntó sin despegar la mirada del humano, mientras señalaba con un pulso tembloroso el esquema que yacía a la diestra de ella.

–Primero y antes que nada, con el disfraz llámame "Al" y no "Ángel" – respondió cortante sin darle mucha importancia a la incógnita de Val. No era la primera vez que la gata confundía los nombres, jamás fuera del refugio, pero el humano no quería correr ningún riesgo que los perjudique más de la cuenta.

– ¡Bueno, "Al"! ¡¿Qué es esto?! – preguntó enfatizando su alias. No quería que evadiera la pregunta como ella suele hacerlo, ese esquema que inició con un simple cartel de "vetada", se convirtió en una clara evidencia de acoso.

–Admito que se ve mal– respondió quitándose las orejas falsas –pero desde mi segundo encuentro con nuestra cazadora, he empezado a tomar medidas un tanto drásticas, pero necesarias.

–Oh...– la joven entendía lo que el joven quería decir. Días después de la convención de aquelarres, el muchacho le había explicado a detalle lo sucedido, tuvo que digerir la noticia con pesar y algo de culpa, pues parece que el humano se esfuerza demasiado.

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