Capítulo 9: El camino hacia el infierno

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Queridos lectores, el contenido de este capítulo puede resultar sensible, explícito o desagradable para algunas personas. Así que el leerlo queda bajo su criterio. 

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"A menudo el sepulcro encierra, sin saberlo, dos corazones en el mismo ataúd." 

Alphonse de Lamartine

Cuando nacemos, sólo hay una cosa que tenemos segura: La Muerte

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Cuando nacemos, sólo hay una cosa que tenemos segura: La Muerte. Es una frase que hemos oído hasta el cansancio, pero es una verdad abrumadora en toda su expresión. Para cada uno la Muerte puede significar algo diferente, la paz, el agobio, el final o el principio. 

A Izuku nunca le importó su propia muerte, nunca pensaba en ello, lo único que quería era alejarla de su familia a toda costa pero en aquel momento se daba cuenta que durante mucho tiempo, él y su familia vivieron cerca, muy cerca de la Muerte. El día de su veredicto final había llegado e Irumi estaba muerta.

Una y otra vez, en su mente se repetían diversos escenarios: recuerdos tristes y felices, el rostro sonriente de Irumi, la risa de su madre, las tardes que pasaban juntos. También los días y noches en vela, los hospitales, los medicamentos. Y sobretodo el cómo arrancaron a su hermana moribunda de la cama de hospital y cómo los arrastraron a la calle, como viles alimañas.

Ahora él se encontraba en casa, era de noche, todo era frío y parecía que el mundo se encontraba en completa soledad. Su madre se hacía cargo de recibir los restos de su hija, no hay mucho qué decir: una madre que no pudo proteger a su hija y la vio morir con impotencia. 

Ya no quedaba llanto en Izuku, solamente una expresión de completa monotonía, el rostro de la desesperanza. Todo había sido amargamente rápido, difícil de digerir, aunque había mucho en qué pensar no lograba concentrarse en nada. Dentro de esa desolación, una parte de su alma estaba enfurecida, su familia había sido humillada y maltratada por el orgullo de un género: el Alfa. El odio se anidaba en su inocente pecho.

Se quedó esperando, sentado en el comedor. Y cuando se dio cuenta, ya había amanecido. Entonces se sorprendió, su madre no había vuelto.

La llamó, pero no hubo respuesta.

La crueldad y el placer del sufrimiento ajeno alimentan las almas de los bastardos de la más baja categoría

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La crueldad y el placer del sufrimiento ajeno alimentan las almas de los bastardos de la más baja categoría. Desgraciados, malditos, degenerados. Todos ellos normalmente deberían esconderse y avergonzarse de su comportamiento, pero en una sociedad regida por la dominación del más fuerte, estos imbéciles pueden estar a plena luz del día. 

No se trata sólo de matar o morir, sino de cuánto disfruta el asesino y de cuánto sufre la víctima. 

Dabi y Toga se encontraban acechando el hospital en búsqueda de su presa. Izuku salía del lugar con el rostro sin vida, las mejillas empapadas y un gran moretón en el pómulo. Al verlo, supieron que Shigaraki quería incrementar el dolor que reflejaba ese chico y les pareció divertido.  

-¿Cómo quieres encargarte de la vieja?- preguntó Dabi mientras encendía un cigarrillo.

-Quiero ver mucha sangre, eso es obvio. Pero quisiera que fuera algo interactivo ¿Qué te parece un rompecabezas?

Dabi sólo se rió y después de un par de horas, vieron salir a Inko. Totalmente rota, pero aún en pie, sin duda era una mujer con una gran entereza.

Que debía caer.

La siguieron, con el sigilo que sólo unos asesinos como ellos podían tener. La mujer iba distraída en sus penas, lo que facilitó el trabajo de sus captores. Un fuerte golpe en la cabeza la dejó inconsciente y la subieron al maletero de un auto poco llamativo. Condujeron hasta un complejo de almacenes, donde Toga acostumbraba torturar gente, matar o esconder mercancías (Omegas de los prostíbulos). 

El lugar era lúgubre a más no poder, no sé podía disimular que la infamia se paseaba por aquellos almacenes. Y esto se podía deducir por una cosa: todo olía a sangre.

Entraron a un almacén adornado elegantemente, con una pared llena de artefactos destinados a la tortura, y en el centro, una silla con fuertes ataduras. Ahí sentaron y ataron a Inko.

-¿Ahora qué, loca?- cuestionó el pelinegro mientras cerraba la puerta.

-Te dije que un rompecabezas sería divertido. Primero, vamos a esperar a que despierte. Y ¿Ves esas cajas de ahí? - señaló a una esquina, dónde se encontraban 6 cajas fuertes, 4 medianas y rectangulares, una mediana cuadrada y una grande rectangular- ahí pondremos las piezas. Primero, vamos a arrancar brazos y piernas, aplicaremos torniquetes para evitar que muera, pero inevitablemente su sangre se drenará lentamente. Después, cuando esté moribunda, sigue la cabeza. En las cajas medianas irán las extremidades, en la cuadrada la cabeza y en la grande el torso. Cuando hayamos terminado, es muy posible que el mocoso ya se encuentre en la calle buscando a su madre, entonces vamos a repartir las piezas del rompecabezas por su casa. Le enviaremos un mensaje desde el teléfono de la vieja para que regrese y bueno, probablemente veamos un espectáculo formidable.- Toga decía esto con un semblante frenético, pero al mismo tiempo, de una forma tan casual que daba escalofríos.

-Suena asqueroso, a Shigaraki le encantará. Pero yo también aportaré algo. Vamos a grabarlo todo. Desde la muerte de la vieja, hasta la reacción del mocoso. Soy bueno con esa mierda- Dabi seguía fumando sin mucho cuidado, sacando de su mochila algunas cámaras y micrófonos.

Toga se rió y en ese momento Inko despertó.

Aquí comienza el descenso al infierno.

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¡Hola! Sólo voy a saludar porque luego me pegan si les pregunto cómo están JAJA.

Les traigo este capítulo corto pero muy importante. Fue muy difícil escribirlo porque es la conexión a una serie de capítulos muy relevantes para la trama.

Tendré que pedirles paciencia mientras acomodo los sucesos en la línea temporal, será un poco complicado, pero va a quedar mamalón.

PD: El Kacchan no sale porque sigue en la academia de policía y en clases el wey. En fin, privilegios de Alfas.

¡Nos vemos pronto!

Atte: El Dragón Blanco 🤍.

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