11: Una amistad acaba de empezar

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Courtney:

Jueves, pongo la alarma para que suene al amanecer y hago un esfuerzo para salir a correr. Siempre he sido de las personas que cuando se acuestan a dormir llorando o alguna cosa por el estilo se levanta temprano y corre al menos siete kilómetros, algunas dicen que recuperas el ánimo en un salón de belleza, pero en mi caso es corriendo.

Aprovecho el clima fresco de la mañana y corro por la playa, tres kilómetros de ida y tres kilómetros de vuelta, forzando mi cuerpo al máximo.

Regreso a casa jadeando, y me encuentro a mi padre en la cocina preparando café.

—Ohh, hola —dice, ladea la cabeza al ver como pongo mis manos en el borde de la isleta, intentando recobrar el aliento—. No sabía que te gustaba correr.

Créeme hay muchas cosas que no sabes de mí. Por ejemplo: pienso que eres un pésimo padre.

—Digamos que no pasé una buena noche —respiro, casi sin aliento.

—¿Y fue buena? Me refiero a la carrera.

—Síp, seis kilómetros.

—¿Seis kilómetros? —abre los ojos como platos—. Joder yo me hubiera desmayado en el kilómetro uno —bromea—. ¿Jugo de manzana? —ofrece levantando la fina y cara jarra de cristal.

—Sí, por favor.

Papá me sirve jugo en un vaso y me siento en una de las banquetas de la isla para disfrutarlo.

—Cariño, tal vez a tí te guste correr pero aquí en la casa tenemos un gimnasio. Hay pesas, caminadoras, bicicletas electricas y hasta un saco de boxeo.

—Okey, para la próxima ocasión —le doy una sonrisa de labios cerrados—. ¿Hay alguien más despierto?

—Delia se está vistiendo arriba. Ian aún duerme.

Oh el chico del que cuyo nombre se deletrea:

I de insoportable, A de anoche me hizo llorar por las palabras que me dijo, me sentí como si fuera una basura para él, y N de nació chupándose el dedo gordo del pie.

Estoy deseando verlo para ponerlo en su lugar, no me voy a quedar como una tonta sin decirle sus cuatro verdades a la cara.

—Pensé que iban a pasar la noche fuera.

—Y así fue, lo que tuvimos que venir a cambiarnos de ropa —explica papá, toma un poco de juego y se mete la camisa en los pantalones—. ¿Tienes planes para hoy?

—Sí —contesto—. Lacey me invitó a ir de compras.

Y también irá Hadley y Hellen, pero dudo que a mi padre le importe.

Papá saca la billetera y de adentro saca una tarjeta de crédito, que luego me extiende.

—Por favor, no es necesario. Aún me queda dinero del vestido que compré para la fiesta de la radio.

—Cógela, es tuya —papá pone la tarjeta en mi mano izquierda y me obliga a tomarla—. Soy tu padre y me harías muy feliz al no protestar, por lo que te acabo de dar.

¿Le hago un desaire?

—Gracias —respondo, bajo la vista por la vergüenza.

No me gusta aceptar un regalo tan “caro”. Ya sé que mamá me enseñó a no tener vergüenza, pero... ¿Cuántos dólares habrá en ella?

—Buenos días —nos anuncia mi madrastra, inundando la cocina con su perfume de escencia de fresa.

Delia entra a la cocina vistiendo un mono negro largo, que deja ver parte de su escote por una V baja. Me saluda con una gran sonrisa y antes de saludar a papá le acomoda la corbata, ya que él estaba pasando bastante trabajo. Y luego se dan un beso rápido en los labios.

Juntos hasta el final ✓ (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora