Capítulo 29.

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Pov Asher:

Cuando salí de lo que era la sala del bar, con sus luces brillantes y su música casi inexistente ya, empecé a andar por un pasillo bastante oscuro y grande. Parecía el típico pasillo de un rascacielos, en el sótano, con cañerías y goteras, luces que estaban en las últimas y una sala de máquinas al final.

No le di importancia a la falta de luz y sonido al principio, iba un poco mareado, pero podía manejarme bien. Me dolía la cabeza y el cuello, iba andando con gesto abatido y los ojos intentaban cerrarse por culpa del cansancio acumulado. Necesitaba descansar, toda la semana marcada por altos cuadros de ansiedad, las grandes cantidades de alcohol que había ingerido para lo poco que acostumbraba a beber, y el constante miedo me habían pasado factura. Además de las consecuencias de no haber consumido nada, estaba orgulloso por no haberlo hecho cuando lo había tenido bastante fácil, ya que me habían ofrecido, pero me había mantenido firme y me alegraba por haberlo conseguido.

Me apoyé en la pared un segundo, sentía como si me hubiera clavado una aguja en la cabeza y por unos segundos se me había dificultado ver con claridad, de ahí que decidiera pararme. Me froté los ojos para después abrirlos y poder ver, pero el problema no estaba en mi vista, por lo menos no todavía.

Empecé a escuchar voces, no sabía distinguir quienes eran o de que hablaban, pero eran voces muy molestas acompañadas de sonidos poco agradables para estar solo en la madrugada en un pasillo casi completamente a oscuras. Decidí continuar andando, alegando que todo era a causa del cansancio por lo que necesitaba llegar a mi cama para dormir lo antes posible.

De repente se encendió un poco por delante de mí una luz roja, iluminando el pasillo que paso a verse negro y rojo en su totalidad. Antes de que me quisiera dar cuenta me había quedado quieto a causa del susto, con una mano en el corazón y la otra buscando en mis pantalones la pistola, dado que no había sido la luz solo, sino que las voces eran más y más fuertes.

Tenía el corazón en la garganta y me estaba empezando a agobiar, sintiendo que me faltaba el aire en aquel pasillo húmedo y sin ninguna ventilación natural. Comencé a andar más deprisa, con mayor necesidad de llegar a un lugar seguro. Delante de mí empezaron a aparecer sombras, sombras con formas humanas pero negras, que poco a poco iba formándose con mayor detalle y comenzaban a correr hacia mí. No sabía a donde ir, no sabía que hacer, por lo que empecé a ir hacia atrás, respirando y cerrando los ojos rezando para que una vez que los volviera a abrir no hubiera ninguna sombra creada por mi imaginación. Porque eso era lo que eran, imaginaciones mías.

Un sonido chirriante me hizo abrir los ojos de nuevo y comenzar a correr hacia delante, aunque aquello fuese inútil, dado que las sombras estaban ahora detrás de mí. Me giré al volver a escuchar algo raro y vi delante de mí un espejo, las sombras o mejor dicho, mis propios monstruos se reflejaban en él.

No sabía cómo, ni en que momento había subido el brazo, pero podía ver en mi reflejo como yo mismo me estaba apuntando con el arma, mientras me susurraban en mi oído que disparara.

— Dispara. Hazlo. Acaba con todo. No puedes más. No conseguirás esa felicidad que tanto deseas y lo sabes, aunque quieras negarte a aceptarlo. Apunta y ¡pum! Adiós. — no sabía distinguir cuántas voces eran, ni cómo las podía escuchar a todas a la vez con tanta claridad, pero algo de mí las había escuchado y las había hecho caso.

Un disparo al espejo.

Dos disparos, después de contar el de Mark.

Otro nuevo en mi conciencia.

Cuando escuche la bala caer y mi cuerpo doblarse y darse contra el frío suelo abrí los ojos, había disparado. Comencé, presa del pánico, a tocarme todo el cuerpo en busca de un disparo y de sangre. Había disparado, eso estaba claro, pero no había sido a mí. Yo estaba bien, mi ropa estaba impoluta. Desgraciadamente.

Eternos[Completa/borrador].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora