Capítulo 3 - Entramado de mentiras

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-Eres tú- vuelve a decir el extraño.

La gran sonrisa que se ha dibujado en su cara me da miedo. Me da miedo porque me resulta familiar.

Su sonrisa, aunque parece algo forzada, es hermosa. ¿Él también me habrá visto en sus sueños? No puede ser, eso es una completa idiotez y algo ilógico. El pobre aun sigue echando un poco de agua por la boca. Realmente si hubiera tardado un segundo más, solo uno, sus pulmones se habrían llenado de agua completamente y hubiera muerto.

Doy gracias al creador por haber hecho que eso no ocurriera. El suelo está lleno de sangre muy rojiza. A cada contracción que hace el chico con su cuerpo el charco se hace más y más grande, rodéando su cuerpo tendido. Tiene cortes bastante profundo en la pierna y en el pecho que no paran de sangrar. Debo hacer algo para detenerlo. Pero mi cuerpo no responde, estoy viendo demasiada sangre. Más de la que nunca hubiera imaginado que había en el cuerpo aun sabiendo los litros que tenemos en él.

Aun no me han preparado para esto.

-Si, supongo que soy yo-respondo encogiéndome de hombros y devolviéndole la sonrisa. Que a decir verdad, es muy pegadiza.

No se como reaccionar ante esta situación, todo es tan extraño y sin sentido que parece que estoy soñando de nuevo, seguro. Muerdo uno de mis labios para saber si estoy o no en uno pero el hiriente dolor me indica que o el sueño es demasiado vivido o que estoy despierto.

-Tengo que llevarte al hospital, tus heridas no paran de sangrar y yo...no puedo hacer mucho-digo y acto seguido tapono la herida de su pierna con ambas manos para que no pierda tanta sangre, pero no tengo más manos para las demás. Angustiado suelto una de mis manos de la pierna y presiono una herida del costado. Ver tanta sangre y no poder hacer nada me está matando. Me siento un inútil.

-¿Estás loco? Si alguien me ve o se entera de que estoy aquí me matarán-declara con voz miedosa.

Después de decir aquellas palabras tose un par de veces, lo que le hace volver a sangrar más. Eso me toma desprevenido y mi corazón pega un brinco. ¿Por qué le iban a matar? Mi gente no es mala y siempre ayudan a todos, ¿por qué a él no? Mis ojos van de un lado a otro buscando todas las heridas visibles y contándolas. Al final pierdo la cuenta.

-Ayúdame tu, por favor-dice suplicante con ojos cristalinos.

¿Debo ayudarle? A lo mejor si lo hago me meto en un buen lío. Pero evidentemente no le puedo dejar aquí, solo e indefenso. Yo no soy así. ¡Qué cojones!, me necesita y es lo único importante ahora.

Al final hago un movimiento afirmativo con la cabeza y le ayudo a levantarse del suelo. Está débil y su ropa empapada en líquido rojo. Me llevo uno de sus brazos por encima de mi cuello y le ayudo a andar. Todas sus heridas sangran sin piedad y vamos dejando un rastro de sangre significativo.

Le llevo hasta las taquillas, donde afortunadamente no hay nadie, y le siento en uno de los bancos para coger algunas vendas del botiquín de la sala. Salgo corriendo hacia él, cojo todo lo que veo necesario y vendo sus heridas como puedo, para evitar el rastro de sangre y que nos puedan seguir.

Dejo un minuto para que reponga algo de fuerzas y nos volvemos a poner en camino. Es importante que nadie pueda seguirnos si es verdad que le pueden matar, ¡NO PUEDO DEJAR QUE ESO PASE! Aunque a estas horas de la noche no hay mucha gente andando por las calles. Pero siempre hay posibilidad.

A medida que vamos a avanzando siento cada vez más peso sobre mi. Está perdiendo demasiada sangre y apenas puede levantar ya la cabeza. Es de noche y solo nos ilumina la tenue luz de nuestro "sol". Me paro a pocos pasos de mi casa en seco. ¿Cómo voy a meterle dentro sin que mi madre se entere? Porque estoy seguro que si le cuento algo de lo que ha pasado no me va a dejar ayudarle y no se lo puedo permitir. No puedo dejarle, él me necesita.

Buscándote en otro mundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora